Hoy no vamos a hablar con
datos. Faltarán las tablas y los gráficos. Las chicanas a Massa y al
progresismo. No vamos a discutir sobre el Peronismo. Ni tampoco sobre Cambiemos
o las coaliciones. Ni menos sobre Chile, Uruguay o Brasil. Hoy en Leviatán se
reflexiona. No, no está en las últimas. Doña Rosa descansa.
Hoy la reflexión es sobre la
ciencia política. O más bien, sobre qué hacemos todos los días. No son estas
líneas lo único que hacemos los politólogos. Pero sí una de las tantas cosas
que hacemos y a la que nos dedicamos. Especialmente, me quiero concentrar en
una forma específica de estudiar fenómenos políticos. No, de vuelta, no estoy
en las últimas.
Anoche escuché a Alain Rouquié
con Carlos Pagni en Odisea
Argentina en LN+. Acá
pueden ver la entrevista completa y acá el
resumen polémico. No solo me hizo acordar al primer libro sobre partidos
políticos que compré y que devoré en mes y monedas, sino que también me recordó
cómo podemos obtener datos. El entrenamiento riguroso que recibimos en
licenciaturas, maestrías y doctorados nos lleva, la mayoría de las veces, a una
secuencia parecida a esta.
Primero, nos nace una
pregunta. Queremos conocer algo. Un tema que nos calienta (ya creo que saben
cuál es el que abunda por acá). Segundo, tenemos que revisar literatura para
ver qué se sabe del tema. Tercero, pensamos una respuesta a esa pregunta. Para
que no nos dé insomnio. O alcoholismo. Cuarto, vamos a buscar los datos para
ver si esa respuesta es correcta y si se ajusta a lo que ya sabemos o si cambia
lo que ya sabemos. Si somos uno más o unos capos.
Bueno, en eso de ir a buscar
es en donde Rouquié me hizo acordar mucho de lo que hago todos los días. Una de
las cosas que hago. Porque la procastinación y el multi-tasking son diarios. Él me hizo pensar en las entrevistas: en
ese rato mano a mano que todos a veces tenemos con dirigentes políticos (eso en
mi caso, otras preguntas de investigación tienen otras necesidades de
entrevistas). Ahí donde los inundamos a preguntas, consultas y averiguaciones.
Hurgando en su memoria para ver si esa respuesta a nuestra pregunta inicial
tiene sentido. O si tenemos que hacer otras cosas todos los días.
Rouquié hablaba de sus
sensaciones al entrevistar al mismísimo General Juan Domingo Perón en Madrid,
en sus primeras investigaciones. Hoy el hombre tiene 78. Imagínense. La
cantidad de entrevistas que hizo. Al escucharlo hablar, pensaba en cómo cuando
nos sentamos a entrevistar muchas veces, esos mismos actores ponen en tensión
lo que sabemos, pensamos, ideamos y construimos antes de entrar en el cuarto
donde los tenemos mano a mano. Y a veces lo tenemos que hacer parados. Ellos
ponen en tensión nuestras teorías y conceptos. Nuestras formas de concebir el
fenómeno que estudiamos. Ellos mismos son nuestro fenómeno en estudio. Y nos
rompen los moldes.
Esto se los robamos a los
periodistas. Bueno, no. En realidad no les robamos nada. Aprendimos de ellos.
Porque eso es otra que hacemos todos los días: aprender. De varias disciplinas.
Y lo hacemos sobre cosas que aún no sabemos en la nuestra. Por eso nos gusta
hacer ciencia. Justo este punto se debatió en un panel sobre periodismo y ciencia política en el último congreso SAAP. Entre gente que sabe.
Estas entrevistas son experiencias
únicas. Para este lado del grabador, cada una de ellas representa un
aprendizaje que, al menos yo, no he encontrado en otras actividades. Y me ha
pasado en los últimos dos años. Para la tesis de maestría que presenté
en la Universidad Nacional de General San Martín
entrevisté a más de 15 dirigentes de distintas coaliciones y tengo grabadas más
de 20 horas de entrevistas. Quienes me conocen, saben que eso suele no ser
suficiente. Asique quise que se convirtiera en libro. A los tres casos que ya
tenía le agregué un cuarto: Cambiemos. Y otras 20 horas más de entrevista de
más de 10 dirigentes de todos los partidos que la armaron (spoiler alert: saldrá en unos meses en Eudeba gracias a un excelente editor y persona que
confió en el proyecto).
Esto suena a apología de un
tipo de metodología de investigación. Pero no, no es considerar las entrevistas
como las únicas posibles para juntar los datos para responder nuestra pregunta.
La del insomnio. No, no es eso. Es pensar que a veces, cuando pensamos que un
fenómeno político tiene la forma, las características y las partes que nosotros
pensamos que tiene, puede que no sea tan así. Y está bien que sea así. Es bueno
que los métodos de las investigaciones en ciencias sociales sean mixtos:
combinar análisis cuantitativo de grandes cantidades de datos con conocimiento
cualitativo profundo de (algunos o unos pocos) casos. Porque es política.
Porque son personas. Porque son fenómenos. A veces únicos.
No importa que metodología
uses vos, lector, para testear tus hipótesis: tus respuestas a tus preguntas y
a tu insomnio. Una de las pocas formas que tenemos de saber si esa respuesta es
relevante o si esa pregunta tiene sentido es conocer lo que saben quiénes
conforman el fenómeno que estudiamos. Conocer qué saben los actores. Las
entrevistas son complementarias de técnicas de investigación más refinadas y
cuantitativas. No son sus enemigas.
Y desde ahí es que Rouquié me
hizo acordar a ese primer libro. Me hizo acordar a qué implica sentarme
enfrente del fenómeno. Me hizo pensar en ellos. Me hizo acordar a cómo ellos
mismos nos desafían a nosotros que pensamos (y a que pensemos) lo que ellos
hacen todos los días. Y también a pensar en lo que hacemos nosotros todos los
días. Los politólogos. Eso que abunda y no daña.
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