16 octubre 2017

#ElCronista ¿Es Cambiemos una coalición?

Elections season. Compren bebidas varias y comida para calentar. Porque entre PASO y generales tenemos debates, infografías electorales y escenarios varios. Y como es elections season, volvemos a las bases.
Motivado por ese frenesí, acá se encontraron Doña Rosa y Leviatán para debatir en la fila del súper. Como el año pasado junto a la Gringa, algunas pinceladas sobre qué es Cambiemos. Qué no es. Y qué puede llegar a ser. Muchas gracias a @nbg__ en El Cronista por brindar el espacio para estos polémicos (?) párrafos. Acá pueden leer la original.
Porque de posts vive el blog. Y anticipa un paper. Y un libro. Próximamente.

¿Es Cambiemos una coalición?

Facundo Cruz
Politólogo
Magíster en Análisis, Derecho y Gestión Electoral (UNSAM)
Profesor e investigador (UBA-UTDT)
@facucruz

Si. Y de nuevo tipo.

El análisis político, la ciencia política y sus primos en la sociología suele tener estas preguntas. Suelen generar estos debates. Y suelen durar. La definición sobre qué es Cambiemos, que no es y qué puede llegar a ser ha resurgido en los últimos meses.

Porque, sorpresa: el resultado electoral de las PASO en agosto colocó a Cambiemos en el primer lugar en 10 provincias. Nadie lo esperaba de una coalición que se presentó como tal en 22 de los 24 distritos. Muchos volvimos a la primera pregunta. ¿Es partido? ¿Es coalición?

Encuentro tres razones concretas.

Cambiemos, sui generis. La definición clásica de la literatura afirma que una coalición es un acuerdo entre dos o más partidos políticos, que tienen objetivos comunes, tienen recursos políticos que ponen a disposición de esos acuerdos, persiguen metas acordadas y se reparten los beneficios logrados. Estos acuerdos se pueden ver en elecciones, en el gobierno, en el congreso, en la relación entre provincias y Estado Nacional, por mencionar algunos.

Las coaliciones tienen un terreno espinoso que es el de la convivencia. Como todo matrimonio. Y como tal, cada actor puede (y sugiero, debe) mantener su propia autonomía interna. Elegir sus autoridades, definir sus normas, seleccionar sus candidatos, etc.

Y al igual que una convivencia, se sostiene con reglas. Como cada cosa en esta era weberiana moderna, todo acuerdo funciona en base a lineamientos claros, aceptados y con cierto grado de formalización. Respetarlos contribuye a que perdure. Romperlos implica que puede resquebrajarse.

Acá es donde entra el nuevo tipo de coalición. Pensemos cómo se adoptan políticas públicas. Mientras que PRO concentra las decisiones, los UCR y CC-ARI suman como apoyo legislativo. La UCR, adicionalmente, aporta un importante control del territorio a nivel municipal y FE el apoyo sindical. En conjunto se realiza la evaluación de lo logrado y los ajustes necesarios.

Entonces, lo primero para precisar es que, tal como escribimos con Lara Goyburu en La Nación, no solo es una coalición sino que es de nuevo tipo. Sorpresa.

La confusión entre el centro y el todo. Segundo, que el centro de poder sea Mauricio Macri con sus coroneles no significa necesariamente que sean los únicos. No se puede pensar la construcción y consolidación de Cambiemos sin Ernesto Sanz. Es difícil imaginar al PRO funcionando en solitario con reuniones de gestión donde referentes radicales y lilitos participan semanalmente.

No hay Casa Rosada sin la llegada semanal de Elisa Carrió. Tampoco se puede olvidar la construcción en Provincia de Buenos Aires sin el apoyo peronista del Partido FE. Cada actor tiene su función. Y contribuye a conformar el todo.

Macri es el centro. Pero no es todo Cambiemos. Otro ejemplo. Durante el año 2016 se fueron conformando a nivel provincial distintas mesas de coordinación. Se activaron este año con el fin de alinear a la tropa, comunicar herramientas de campaña y consensuar un discurso. De estos encuentros, el inquilino principal de Balcarce 50 participó de las principales. De la mayoría, segundas y terceras líneas referenciadas con cada actor constitutivo del acuerdo. Si eso no es una coalición, la coalición donde está.

Este punto no es menor dado que implica que hay co-responsabilidad en la toma de decisiones: cuando los partidos llegan a un acuerdo de ciertos puntos en común, son todos responsables por los resultados de gobierno que se logran y los desaciertos que se cometen. No hay un solo actor que gana el crédito o asume el costo. Al menos, así ocurre en tiempos de paz y calma. Con tormentas perfectas, la tentación a esconder la cabeza siendo avestruz puede ser grande. Pero aún no han llegado.

Reunirse no es una fusión. Tercero, los partidos políticos no suelen olvidarse de sus raíces y su génesis natural que les dio origen. Incluso los argentinos. La fragilidad de estos actores no debe llevarnos a pensar que sus dirigentes, sus referentes públicos y sus militantes desistan con brazos cansados si alguien se acerca al final del día a decirles que ya no tienen partido. Que ahora tienen otro nuevo.

Hablar de que radicales pueden fusionarse con el PRO es pensar que si en un corral reunimos ovejas y caballos, de sus espuelas saldrá lana al día siguiente. Lo que genera Cambiemos es una confluencia de objetivos comunes y compartidos, que sus principales expositores se encargan de manifestar en cada acto público, ya sea oficial o partidario. Enfrente, tienen un actor con un piso de 35% de votos, estructura, tradiciones, recursos y sentimientos. Eso alerta.

Cada uno de ellos pone en una mesa larga lo que tiene a disposición para alcanzarlos. Y a cada uno le toca una porción. No solo de ministerios, sino de ahí para abajo. Cambiemos es la complementariedad de lo que cada uno no tiene y aporta el otro. Es la alianza estratégica. Es la popularidad de uno y el territorio de otros. Es el salvataje justo cuando aparece el respirador artificial.

Y eso los reúne.

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