Elections
season. Compren bebidas varias y comida para calentar. Porque entre PASO y
generales tenemos debates, infografías electorales y escenarios varios. Y como
es elections season, volvemos a las bases.
Motivado
por ese frenesí, acá se encontraron Doña Rosa y Leviatán para debatir en la fila
del súper. Como el año pasado junto a la Gringa, algunas pinceladas sobre qué es Cambiemos. Qué no es. Y qué puede
llegar a ser. Muchas gracias a @nbg__ en El Cronista
por brindar el espacio para estos polémicos (?) párrafos. Acá pueden leer la original.
Porque
de posts vive el blog. Y anticipa un paper. Y un libro. Próximamente.
¿Es
Cambiemos una coalición?
Facundo Cruz
Politólogo
Magíster en Análisis, Derecho y Gestión Electoral (UNSAM)
Profesor
e investigador (UBA-UTDT)
@facucruz
Si. Y de nuevo tipo.
El análisis político, la
ciencia política y sus primos en la sociología suele tener estas preguntas.
Suelen generar estos debates. Y suelen durar. La definición sobre qué es
Cambiemos, que no es y qué puede llegar a ser ha resurgido en los últimos
meses.
Porque, sorpresa: el resultado
electoral de las PASO en agosto colocó a Cambiemos en el primer lugar en 10
provincias. Nadie lo esperaba de una coalición que se presentó como tal en 22
de los 24 distritos. Muchos volvimos a la primera pregunta. ¿Es partido? ¿Es
coalición?
Encuentro tres razones
concretas.
Cambiemos,
sui generis. La
definición clásica de la literatura afirma que una coalición es un acuerdo
entre dos o más partidos políticos, que tienen objetivos comunes, tienen
recursos políticos que ponen a disposición de esos acuerdos, persiguen metas
acordadas y se reparten los beneficios logrados. Estos acuerdos se pueden ver
en elecciones, en el gobierno, en el congreso, en la relación entre provincias
y Estado Nacional, por mencionar algunos.
Las coaliciones tienen un
terreno espinoso que es el de la convivencia. Como todo matrimonio. Y como tal,
cada actor puede (y sugiero, debe) mantener su propia autonomía interna. Elegir
sus autoridades, definir sus normas, seleccionar sus candidatos, etc.
Y al igual que una convivencia,
se sostiene con reglas. Como cada cosa en esta era weberiana moderna, todo
acuerdo funciona en base a lineamientos claros, aceptados y con cierto grado de
formalización. Respetarlos contribuye a que perdure. Romperlos implica que
puede resquebrajarse.
Acá es donde entra el nuevo
tipo de coalición. Pensemos cómo se adoptan políticas públicas. Mientras que PRO
concentra las decisiones, los UCR y CC-ARI suman como apoyo legislativo. La
UCR, adicionalmente, aporta un importante control del territorio a nivel
municipal y FE el apoyo sindical. En conjunto se realiza la evaluación de lo
logrado y los ajustes necesarios.
Entonces, lo primero para
precisar es que, tal como escribimos
con Lara Goyburu en La Nación, no
solo es una coalición sino que es de nuevo tipo. Sorpresa.
La
confusión entre el centro y el todo. Segundo, que el centro de
poder sea Mauricio Macri con sus coroneles no significa necesariamente que sean
los únicos. No se puede pensar la construcción y consolidación de Cambiemos sin
Ernesto Sanz. Es difícil imaginar al PRO funcionando en solitario con reuniones
de gestión donde referentes radicales y lilitos participan semanalmente.
No hay Casa Rosada sin la
llegada semanal de Elisa Carrió. Tampoco se puede olvidar la construcción en
Provincia de Buenos Aires sin el apoyo peronista del Partido FE. Cada actor
tiene su función. Y contribuye a conformar el todo.
Macri es el centro. Pero no es
todo Cambiemos. Otro ejemplo. Durante el año 2016 se fueron conformando a nivel
provincial distintas mesas de coordinación. Se activaron este año con el fin de
alinear a la tropa, comunicar herramientas de campaña y consensuar un discurso.
De estos encuentros, el inquilino principal de Balcarce 50 participó de las
principales. De la mayoría, segundas y terceras líneas referenciadas con cada
actor constitutivo del acuerdo. Si eso no es una coalición, la coalición donde
está.
Este punto no es menor dado
que implica que hay co-responsabilidad en la toma de decisiones: cuando los
partidos llegan a un acuerdo de ciertos puntos en común, son todos responsables
por los resultados de gobierno que se logran y los desaciertos que se cometen.
No hay un solo actor que gana el crédito o asume el costo. Al menos, así ocurre
en tiempos de paz y calma. Con tormentas perfectas, la tentación a esconder la
cabeza siendo avestruz puede ser grande. Pero aún no han llegado.
Reunirse
no es una fusión. Tercero, los partidos políticos no suelen
olvidarse de sus raíces y su génesis natural que les dio origen. Incluso los
argentinos. La fragilidad de estos actores no debe llevarnos a pensar que sus
dirigentes, sus referentes públicos y sus militantes desistan con brazos
cansados si alguien se acerca al final del día a decirles que ya no tienen partido.
Que ahora tienen otro nuevo.
Hablar de que radicales pueden
fusionarse con el PRO es pensar que si en un corral reunimos ovejas y caballos,
de sus espuelas saldrá lana al día siguiente. Lo que genera Cambiemos es una
confluencia de objetivos comunes y compartidos, que sus principales expositores
se encargan de manifestar en cada acto público, ya sea oficial o partidario. Enfrente,
tienen un actor con un piso de 35% de votos, estructura, tradiciones, recursos
y sentimientos. Eso alerta.
Cada uno de ellos pone en una
mesa larga lo que tiene a disposición para alcanzarlos. Y a cada uno le toca
una porción. No solo de ministerios, sino de ahí para abajo. Cambiemos es la
complementariedad de lo que cada uno no tiene y aporta el otro. Es la alianza
estratégica. Es la popularidad de uno y el territorio de otros. Es el salvataje
justo cuando aparece el respirador artificial.
Y eso los reúne.
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