24 noviembre 2010

Dos mil nueve parece un poco lejos

Apenas un año y medio atrás, aproximadamente, algunos fanáticos del análisis político (me incluyo) nos tentábamos a considerar que el resultado de las elecciones legislativas había provocado un verdadero reacomodamiento de las fuerzas y un potencial cambio de rumbo en la agenda política. Incluso desde este espacio muchas veces se destacaron los primeros resultados logrados por las distintas fuerzas opositoras en su estrategia por controlar, frenar y limitar desde el Congreso Nacional al Poder Ejecutivo (acá la búsqueda).

Hoy, a fines de noviembre, el sabor es semi-amargo. Las elecciones legislativas sí confirmaron el primer enunciado: que hay actualmente un reacomodamiento de fuerzas políticas que no se había materializado en 2007. Y que seguirá su curso natural en los próximos años, siempre atentos a qué ocurra con la Reforma Política.

Pero no ocurrió lo mismo con el freno. Queda la sensación de que la oposición, disgregada en varios espacios, bloques y partidos, se ha quedado a medio camino entre la agenda electoral que tenía y la agenda legislativa que quiso elaborar y concretar. Algo habíamos vaticinado hace algunos meses por estos pagos, principalmente por las crecientes disputas personales.

¿Qué pasa entonces? La oposición sigue sin acostumbrarse al multipartidismo argentino, fenómeno post-crisis 2001. Le cuesta entenderlo, leerlo, practicarlo y actuar conforme a las nuevas reglas, formales e informales, que están regulando tanto la competencia política como la tarea legislativa diaria.

Precisamente el recinto parlamentario fue la arena política donde más les costó a los legisladores electos en 2009 llevar a la práctica el expreso mandato recibido de modificar el status quo imperante.

El debate por el Presupuesto 2011 fue el último testigo de esas falencias crónicas. Escándalo mediante, los mismos dirigentes opositores que habían pactado una agenda de trabajo conjunto salieron a acusarse a través de los medios de comunicación sobre compra de votos y “colaboraciones” con el Poder Ejecutivo (más datos acá).

Del Presupuesto 2011 quedaron tres restos: el proyecto oficialista (sin aprobación) y los dos proyectos opositores (uno de los bloques mayoritarios y otro de la centro-izquierda) con dictamen de minoría.

La ausencia de acuerdo en la Comisión de Agricultura sobre distintos proyectos que atendieran los reclamos del campo fue otro claro ejemplo. Luego del sisma que provocó la crisis por el aumento de las retenciones y la posterior Resolución 125, se creía que el campo (como entidad homogénea) había entrado en la escena para fijar nuevas reglas en el sector y actuar conforme a esos deseos. A largo plazo, sin embargo, las mismas diferencias que históricamente existieron entre las cuatro principales entidades rurales (SRA, CRA, FAA y CARBAP) se trasladaron a sus diputados.

Y la política agropecuaria opositora quedó sin despacho de comisión. En la nada.

Estos dos hechos (presupuesto y política agropecuaria) dejan a la intemperie un fenómeno que merece ser estudiado más a fondo (no en esta oportunidad): el progresivo aumento de la indisciplina partidaria. Con el calendario electoral muy encima y un clima de polarización política en aumento, los partidos políticos, en primer lugar, y los jefes de bloque, en segundo, han encontrado serias dificultades para alinear a sus tropas, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado.

Hay un segundo punto al que la oposición no ha podido (¿ha intentado?) acostumbrarse: el de los “juegos anidados”. Nested games según el gran Tsebelis (biblio acá). Con este concepto se intenta modelizar las distintas estrategias que actores políticos con capacidad de veto juegan en distintas arenas para modificar (o no) el status quo imperante. Cada una de esas arenas contiene un juego distinto y se superpone (o no) con otras arenas.

Lo que también mató a la oposición, en muchas oportunidades, fue el anidamiento de dos o más juegos. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, confundieron la aprobación del presupuesto (arena legislativa 1) con la campaña electoral 2011 (arena electoral).

Otro caso más concreto, puntual y partidario. La UCR jugó en la designación de sus nuevas autoridades de bloque en la Cámara de Diputados (arena legislativa 1) con el mismo juego pero en el Senado (arena legislativa 2), sumando también la campaña electoral 2011 (arena electoral).

Así fue gran parte del año. ¿Y el oficialismo? Logró sus principales propósitos ya que 1) no hubo mayores cambios en el status quo vigente, 2) supo aprovechar el bloqueo que resultó ser el Senado para las iniciativas legislativas opositoras y 3) pudo darse el gusto de aprobar algunas leyes de su autoría (Ley de Glaciares) o haciendo propia otras (la Ley de Casamiento Igualitario, iniciativa del PS).

El sistema político (sobre todo sus reglas de interacción y competencia) no les está sonriendo a los partidos políticos opositores. O a la inversa. En lugar de aprovechar los múltiples espacios existentes para entablar acuerdos legislativos sólidos y, a partir de ahí, avanzar hacia los electorales, los partidos políticos opositores han recorrido el camino inverso: primero los electorales y luego los legislativos.

Para, después, desarmar todo.

Nota bien al pie: gracias a los valiosos posts de Diego Reynoso que me ayudan a entender Tsebelis, sus teorías y conceptos. Y también a Facundo Galván, colega fanático de partidos políticos, por facilitar los datos difíciles de encontrar a altas horas.

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