Hay un tema que está muy en boga estos días y sobre el cual ha comenzado a girar el debate político diario. Es cotidiano, regular, ordinario, diría. Es vox populi: las coaliciones políticas. No sólo lo notamos en las declaraciones diarias de la gran mayoría de los dirigentes, sino que muchos analistas han comenzado a vaticinar sobre sus posibilidades, impedimentos y realidades. Toda la política argentina gira, hoy, en torno a las coaliciones.
Ordenemos el debate un poco. Y luego aportaré algunas ideas propias sobre el tema.
El cuadro
El escenario político argentino actual obliga a pensar en modalidad de alianzas (no de Alianza, que es mala palabra para muchos). La fragmentación partidaria que viene experimentando el sistema desde fines de los ’90 hasta hoy lo justifica en gran parte. Fragmentación que ha sido acompañada, además, por una tendencia creciente hacia la dispersión del voto, en una sociedad que estaba acostumbrada a elegir entre dos opciones (peronistas vs. radicales) y que hoy puede, al menos, hacerlo entre 4 o 5 (a veces 6, 7, 8…).
Ahora bien, ¿para qué? Aunque el sistema presidencialista deja bien en claro que el premio mayor (
Dos ejemplos. Uno, el Congreso Nacional, compuesto por una Cámara de Diputados con 257 integrantes, y un Senado con 72 bancas, cuyo titular es un Vicepresidente que acompaña al titular del Poder Ejecutivo en la misma fórmula. Dos, los gobiernos de las 24 provincias que integran el territorio nacional y que son electos de manera autónoma e independiente por sus respectivos habitantes.
¿Entonces? El cuadro institucional bosquejado brevemente genera una especie de contradicción. Mientras que Presidente siempre será uno sólo, necesita de “personal político” que ocupe todos los demás espacios mencionados y que acompañen su idea/proyecto/programa de gobierno. O sea, sólo no puede hacer nada. Sino se cae.
Dos ideas teóricas que ayudan
Bien, entonces las coaliciones sí son necesarias hoy en día. Difícilmente se revierta este panorama. Sin embargo, creo que el abordaje que se está haciendo sobre el tema desde la dirigencia política (principalmente la opositora) es en gran parte erróneo.
Dos conceptos básicos sobre teoría de coaliciones pueden ayudarnos a entender por qué. William H. Riker (1962) bien pudo explicar que para que un partido político se coaligue con otro lo hará a) con aquellos que le permitan alcanzar el premio en disputa y b) incluyendo a la menor cantidad de socios posibles. La coalición es mínima y ganadora: sólo se aliarán los socios necesarios para que cada partido se quede con una porción suficiente del premio.
Otro autor, Robert Axelrod (1970), agregó a estas ideas la noción de “conexión ideológica”. Es decir que, a la estrategia electoral de sumar solamente los socios necesarios para competir y ganar, los partidos también tendrían en cuenta la mayor o menor proximidad ideológica de sus socios a la hora de elegirlos.
¿Qué tenemos hoy y qué tendremos mañana?
Básicamente, muchas ideas, intenciones y ganas de coalicionar, pero un mal abordaje de la problemática.
En primer lugar, existe una clara intención de armar amplios acuerdos que incluyan a la totalidad de la oposición en un solo frente, pero sin tener en cuenta que aunque los recursos políticos a repartir son varios (Presidencia, gobernaciones, intendencias y bancas), no son ilimitados ni todos tienen el mismo peso institucional. Todos quieren ser el socio mayoritario y dirigir el grupo, pero pocos acompañar.
En segundo lugar, existe una gran diferencia en la naturaleza de los actores políticos. Tenemos partidos chicos con representación solamente en los principales centros urbanos, y también grandes estructuras institucionales que abarcan (y gobiernan) algunos espacios del Interior del país. Hay partidos nuevos que vienen a regenerar la política argentina con un mensaje renovador, además de viejos dirigentes que intentan dar su último manotazo y representan (de ahí el nombre) la vieja política. A no olvidar los diputados con estructuras territoriales fuertemente localizada y con exceso de personalismo.
Es una ensalada mixta.
En tercer lugar, y lo que más me preocupa, la desconexión ideológica de las potenciales coaliciones. En cuanto a esto, hay dos puntos. Por un lado, que siguiendo con la misma estrategia de sumar-sumar-sumar, lo que se intenta es incluir dentro de una misma alianza a sectores de izquierda a derecha, con un centro débil. Por el otro, que la (des)afinidad ideológica se mide por lo que representan (y la imagen que se tiene de) dirigentes políticos, en lugar de hacerlo en base a ideas, principios o cuestiones programáticas defendidas por partidos políticos con reglas, normas y procedimientos claros y establecidos.
Estos tres efectos pueden, en cierta medida, sortearse a la hora de armar una coalición electoral. Supongamos que se pueden dejar de lado. Pero el problema surgirá por la débil estabilidad y corta perdurabilidad de la coalición que llegue al gobierno.
Ahí puede haber serios problemas si no se atiende este llamado de atención. Ahí las alianzas pueden ser
Bibliografía de referencia
Axelrod, R. (1970) Conflict of interest: A theory of divergent goals with application to politics. Markham, Chicago.
Riker, W. H. (1962) The theory of political coalitions. Yale University Press, New Haven.
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