18 abril 2013

Reflexiones (tardías) de un domingo Maduro


Reflexiones (tardías) de un domingo Maduro

El lunes pasado surgió un debate interesante. Escenario: defensa de una tesis doctoral. Momento: previo a la disertación. Participantes: dos amigos y excelentes profesores, la disertante (también amiga), Leviatán (sin sueldo) y algunos transeúntes ocasionales. El resultado: las líneas que van a leer a continuación.

Ninguno de los participantes dudaba unos días antes de que Nicolás Maduro iba a resultar electo Presidente en las elecciones venezolanas del domingo anterior (ver extensos e interesantes análisis acá). Ahí fue cuando nos metimos en los detalles. Lo chiquito. Lo que a nosotros solo nos interesa.

El PSUV volvió a demostrar que sigue ganando elecciones, sean legislativas, presidenciales o regionales. Es una maquinaria aceitada y bien preparada para cualquier desafío electoral que (a priori) se le presente. Pero esa es la cuestión: a priori parece que gana. Algunos datos para chusmear:


Elección
Partido / Candidato
Votos Totales
%
Diferencia 2012-2013
Votantes Totales
Presidenciales 2012
Hugo Chávez (PSUV)
8.191.132
55.07%

14.782.436
Enrique Capriles (MUD)
6.591.304
44.31%

Presidenciales 2013
Nicolas Maduro (PSUV)
7.575.506
50.75%
- 615.626
14.878.147
Enrique Capriles (MUD)
7.302.641
48.98%
+ 711.337
  Fuente: datos extraídos del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela.

Con tan solo unos meses transcurridos entre octubre del 2012 y abril del 2013, el PSUV perdió más de 600.000 votos cuando cambió de candidato presidencial (obligado, claro está). Esa cantidad de votos fueron a parar a manos del candidato de MUD, que sumó también algún que otro interesado que se decidió ir a votar ese día.

Con esto nos atrevemos a decir que, números más, números menos, la diferencia de 10% que se achicó al 2% parece ser el pilar en torno al cual se pueden definirse las próximas elecciones en Venezuela. Podríamos llamarlos “indecisos”: no decididos por el PSUV ni tampoco por ir a votar. Esto último no es menor: 95.000 electores más concurrieron a las urnas el domingo pasado.

Este heterogéneo conjunto, en términos relativos, no representan una gran cantidad (no más del 5% sobre el total de electores). Pero, por muy pocos que sean, todo cambia en una elección extremadamente polarizada: dos sectores/partidos/alianzas políticas que se reparten más del 90% de los votos en una elección. Acá estamos hablando de casi el 100%. Pueden cambiar el partido con un pelotazo. Más claro, viértele agua.

Ahora, algo de polémica, de quilombo (como siempre).

La elección la perdió Maduro. Básicamente porque ese medio millón de votos menos lo obligarán a 1) pasar facturas internas, 2) replantearse a sí mismo como candidato ¿carismático? y 3) aceptar cierto grado de responsabilidad (sino todo).

Esta es una situación potencial de debilidad interna por la sencilla razón de que no puede garantizar puertas adentro que el legado de Chávez se transmitió automáticamente hacia su figura. Ese legado se trasladó al PSUV, tal cual lo demuestran la alta cantidad de votos obtenidos. Para algunos chavistas, fue Maduro quien perdió los votos en 6 meses y otros candidatos podrían recuperarlos. Rivales internos, teléfono.

La elección la ganó Capriles. Porque si hubiera ganado la elección presidencial le esperaban 3 años (2013-2016) con mayoría parlamentaria en contra. El PSUV obtuvo 98 (59%) de las 165 bancas de la Asamblea Legislativa en las elecciones del 2010, mientras que MUD solo 65 (39%). Imposible gobernar. No hay forma. Mejor desensillar hasta que aclare.

La otra ventaja de ver el vaso medio lleno radica en que Capriles demostró que se puede convencer a los convencidos y a los dudosos de que hay otra opción ganadora. Subirse al carro ganador del PSUV era fácil en los últimos 10 años, pero ahora podría haber un cambio de rumbo. Y ese cambio lo pueden producir tanto los votantes que cambiaron de elección en elección como una mayor concurrencia a las urnas.

A Capriles sólo le resta convencer a sus socios de MUD que sigue siendo el candidato más fuerte, carismático, potable y capaz para ganar en 2019. Nada sencillo. El primer test lo tendrá en 2016 con la renovación de la Asamblea.

Tarde pero seguro.

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