Reordenemos
el debate. Porque las inundaciones de la semana pasada taparon hasta al
Leviatán e hicieron que Doña Rosa comprara gomones en descuento. En eso no hay
discusión. Ni mucho menos en lo que respecta a la tragedia en sí misma y los
terribles efectos que tuvo.
Dónde
si hay debate es en lo siguiente: el Estado estuvo ausente. Ahí si se despierta
el Leviatán. Ese mismo Estado que muchas veces se parece a quien aportó el
nombre para este espacio interactivo. Por eso digo que tenemos que ordenarnos.
En
primer lugar, parecería un poco exagerado hablar de “Estado ausente”. Esa
entidad que se percibe en todos lados pero no se ve en ninguno a la vez, que
solo tiene representación material y física en un grupo de edificios que
ofician de oficinas (rima), no puede por propia definición estar ausente. Eso
implicaría la consumación de los vaticinios socialistas y anarquistas.
El
Estado, en tanto tal, jamás puede estar ausente. Porque, en esa situación,
estaría reducido a la inexistencia. Pensemos al Estado como aquel que tiene la
facultad de ejercer el poder de policía y el monopolio de la fuerza legítima
(gracias amigo Weber). Sin
Estado, no hubiera habido intervención de las fuerzas de seguridad para
garantizar el reparto de bienes que satisficieran las necesidades básicas de
los afectados.
Esto
me lleva al segundo punto. Las redes de contención y solidaridad que se
activaron en tan poco tiempo surgieron 1) desde la informalidad, 2) por
iniciativa propia, y 3) en paralelo al accionar del Estado. Que, en términos de
efectividad, estuvo lento.
Lo
que, en definitiva, lleva a plantear la duda sobre las capacidades estatales;
es decir, sobre la capacidad de reacción y activación de la maquinaria
burocrática/institucional del Estado para resolver crisis, emergencias y
problemas. El problema no es el Estado en sí: son sus características y su
funcionalidad. Su (poco) accionar.
¿Entonces?
Entonces
lo “ausente” no fue el Estado sino sus responsables: funcionarios y gobernantes.
El cuestionamiento y la crítica públicos fueron dirigidos a la elite política
responsable de tomar las decisiones. Por la falta de previsión en la posibilidad
de amenazas de ese calibre. Por la ausencia de planes de emergencia o, más
bien, por la falta de implementación de los mismos.
Por
una multiplicidad de razones. Pero sobre todo, por su ausencia. Los
responsables de tomar las decisiones públicas y políticas cometieron dos
errores estratégicos gravísimos.
Primero,
demoraron su presencia en los lugares más afectados. Retomando dos párrafos:
demora de funcionarios es igual a poca capacidad de reacción estatal. Segundo, se
percibió cierto temor de parte de los responsables públicos por comparecer ante
el público. Sean mandatos electos o cargos designados, los gobernantes y
funcionarios deben respetar el ejercicio de accountability
vertical. Aunque no sean tiempos electorales.
¿Impacto?
Posiblemente
todos los partidos políticos que actualmente ocupan espacios ejecutivos
(gobiernos locales, provinciales y/o nacionales) sientan algún ajuste electoral
de parte de los ciudadanos en las legislativas de octubre próximo. Sin embargo,
es poco probable que se extienda a los próximos dos años.
El
otro componente de este impacto es que probablemente no haya distinción en los
colores políticos de los responsables. La crítica ciudadana y el ejercicio de accountability vertical es generalizado
y abarca a toda la clase política. Básicamente por combinación de dos
elementos: 1) cierto cansancio con un ciclo político que ya ha durado 10 años y
2) la falta de convencimiento de la ciudadanía en las opciones políticas
alternativas y en su capacidad para reemplazar al actual partido de gobierno a
nivel nacional. En criollo: que la oposición se convierta en oficialismo y que
éste deje de ser tal.
Si fue
la rendición de cuentas la que falló, entonces los resposables actuales del
Estado (no el Estado mismo) deben recomponer ese vínculo. Caso contrario, no
sólo seguirá habiendo informalidad cuando se requiera efectividad en la
capacidad de intervención, sino también se ampliará la brecha entre
representantes y representados.
Y
ese espacio solo se llena con terceras opciones.
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