09 abril 2013

El Estado presente ha estado ausente. Reflexiones bajo el agua.


Reordenemos el debate. Porque las inundaciones de la semana pasada taparon hasta al Leviatán e hicieron que Doña Rosa comprara gomones en descuento. En eso no hay discusión. Ni mucho menos en lo que respecta a la tragedia en sí misma y los terribles efectos que tuvo.

Dónde si hay debate es en lo siguiente: el Estado estuvo ausente. Ahí si se despierta el Leviatán. Ese mismo Estado que muchas veces se parece a quien aportó el nombre para este espacio interactivo. Por eso digo que tenemos que ordenarnos.

En primer lugar, parecería un poco exagerado hablar de “Estado ausente”. Esa entidad que se percibe en todos lados pero no se ve en ninguno a la vez, que solo tiene representación material y física en un grupo de edificios que ofician de oficinas (rima), no puede por propia definición estar ausente. Eso implicaría la consumación de los vaticinios socialistas y anarquistas.

El Estado, en tanto tal, jamás puede estar ausente. Porque, en esa situación, estaría reducido a la inexistencia. Pensemos al Estado como aquel que tiene la facultad de ejercer el poder de policía y el monopolio de la fuerza legítima (gracias amigo Weber). Sin Estado, no hubiera habido intervención de las fuerzas de seguridad para garantizar el reparto de bienes que satisficieran las necesidades básicas de los afectados.

Esto me lleva al segundo punto. Las redes de contención y solidaridad que se activaron en tan poco tiempo surgieron 1) desde la informalidad, 2) por iniciativa propia, y 3) en paralelo al accionar del Estado. Que, en términos de efectividad, estuvo lento.

Lo que, en definitiva, lleva a plantear la duda sobre las capacidades estatales; es decir, sobre la capacidad de reacción y activación de la maquinaria burocrática/institucional del Estado para resolver crisis, emergencias y problemas. El problema no es el Estado en sí: son sus características y su funcionalidad. Su (poco) accionar.

¿Entonces?

Entonces lo “ausente” no fue el Estado sino sus responsables: funcionarios y gobernantes. El cuestionamiento y la crítica públicos fueron dirigidos a la elite política responsable de tomar las decisiones. Por la falta de previsión en la posibilidad de amenazas de ese calibre. Por la ausencia de planes de emergencia o, más bien, por la falta de implementación de los mismos.

Por una multiplicidad de razones. Pero sobre todo, por su ausencia. Los responsables de tomar las decisiones públicas y políticas cometieron dos errores estratégicos gravísimos.

Primero, demoraron su presencia en los lugares más afectados. Retomando dos párrafos: demora de funcionarios es igual a poca capacidad de reacción estatal. Segundo, se percibió cierto temor de parte de los responsables públicos por comparecer ante el público. Sean mandatos electos o cargos designados, los gobernantes y funcionarios deben respetar el ejercicio de accountability vertical. Aunque no sean tiempos electorales.

¿Impacto?

Posiblemente todos los partidos políticos que actualmente ocupan espacios ejecutivos (gobiernos locales, provinciales y/o nacionales) sientan algún ajuste electoral de parte de los ciudadanos en las legislativas de octubre próximo. Sin embargo, es poco probable que se extienda a los próximos dos años.

El otro componente de este impacto es que probablemente no haya distinción en los colores políticos de los responsables. La crítica ciudadana y el ejercicio de accountability vertical es generalizado y abarca a toda la clase política. Básicamente por combinación de dos elementos: 1) cierto cansancio con un ciclo político que ya ha durado 10 años y 2) la falta de convencimiento de la ciudadanía en las opciones políticas alternativas y en su capacidad para reemplazar al actual partido de gobierno a nivel nacional. En criollo: que la oposición se convierta en oficialismo y que éste deje de ser tal.

Si fue la rendición de cuentas la que falló, entonces los resposables actuales del Estado (no el Estado mismo) deben recomponer ese vínculo. Caso contrario, no sólo seguirá habiendo informalidad cuando se requiera efectividad en la capacidad de intervención, sino también se ampliará la brecha entre representantes y representados.

Y ese espacio solo se llena con terceras opciones.

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