Fue
raro. Porque el artículo gustó mucho de ser escrito. Y pasaron los meses. Y dio
algunas vueltas. Llegó a Bastión Digital (pueden ver acá).
Y quedó ahí la idea, boyando.
Leviatán nunca pensó que la iba a pegar con el
escenario. Lo intuía, se animó. Pero por ahí le pifiaba. Como suele pasar en
Ciencia Política y, sobre todo, en escenarios electorales futuros.
Cuatro meses
después de ver la luz (otra vez), La Nación Diario y La Nación Ideas también se
sumaron al tren y lo publicaron en una versión más reducida y menos polémica
(pueden ver acá).
Doña
Rosa se sonroja un poco. Porque de repente las coaliciones son vox populi y un
tema de moda. Asique mejor sigamos en esa línea.
Acá dejamos la versión
original. Sin condimentos ni aderezos. Solo con un poco de chimi y criolla.
Dos
coaliciones camino a Balcarce 50
Facundo Cruz
(Politólogo, Docente Universidad de Buenos Aires,
Ya cerraron las listas. Ya
durmieron poco. Ya pelearon mucho. Y ya se acabó el negocio de las
especulaciones. El sábado pasado el entretenido misterio pasó a ser una
confirmación aburrida. Los principales partidos y coaliciones electorales anunciaron
los candidatos para cada uno de los cargos públicos nacionales por los que se
competirán desde el 9 de agosto.
Con todo firmado, hoy lunes
y con el diario del domingo podemos comenzar a sacar algunas conclusiones. Y,
si nos animarnos, a esbozar algunos escenarios futuros, inciertos, pero
posibles.
Andrés Malamud nos da un
interesante punto de partida en
recientes opiniones públicas. Tiene indicios para
considerar que el sistema partidario argentino se ha dirigido (lentamente) hacia
una polarización electoral con dos opciones mayoritarias: por un lado, Frente
Para La Victoria (FPV) y, por el otro, Cambiemos (PRO - UCR -CC-ARI). Tal vez
no se dio cuenta, pero se acomodó en la mesa de “Los Huérfanos de la Política” cerca
de Juan
Carlos Torre. Hoy tenemos una coalición peronista
oficialista (FPV) enfrentando a una coalición desafiante no peronista
(Cambiemos). Y los que ocupan la ancha avenida del medio, miran.
Esta es la primera certeza
que tenemos. Ambas coaliciones electorales concentrarán la atención mediática, política
y, probablemente, la confianza ciudadana en la serie de tres elecciones
nacionales que tendremos en la segunda mitad del año: PASO el 9 de agosto, 25
de octubre la primera vuelta presidencial y las elecciones legislativas, y,
eventualmente, el ballotage presidencial el 22 de noviembre.
Pero es la única certeza. Lo
que viene, son algunas impresiones generales e hipotéticas situaciones futuras.
Porque el entretenido misterio nunca se va.
Convertir
la coalición electoral en coalición de gobierno
Gane quien gane la elección
presidencial, tanto Daniel Scioli (FPV) como Mauricio Macri (Cambiemos) tendrán
una primera obligación. La más imprescindible de todas: convertir la coalición
electoral que los llevó al Sillón de Rivadavia en una coalición de gobierno.
¿En qué consiste? Ya dimos algunas
puntadas anteriormente. Pero retomemos la idea. En las
coaliciones presidenciales el titular del Poder Ejecutivo se reserva la designación
unilateral de quienes ocupan la mayoría de los ministerios, especialmente los
más importantes (Economía, Interior, Infraestructura/Desarrollo Social y
Relaciones Exteriores). El resto se distribuye entre sus socios de acuerdo a su
importancia política. Un criterio para este reparto puede ser la cantidad de
bancas que tiene cada partido que integra la coalición legislativa de apoyo al
Presidente. Es el modelo europeo, es de manual, pero suele funcionar. Como en
Brasil.
Esto le da un margen de
discrecionalidad al Presidente electo que no tiene ningún otro actor del
sistema político. En cierta medida, es quien le da “formato” a la coalición (formateur). Sin embargo, ni Scioli ni
Macri deben olvidar (ni renegar de) sus apoyos políticos. De modo que sería lo
más sensato encontrar un espacio para todos los integrantes del acuerdo. Por
más mínimo que sea y por muy marginal que sea su presupuesto. Todos se sienten
parte, entonces se quedan.
El
funcionamiento del gobierno
El reparto de cargos
públicos para mantener a los socios cerca (los ministeriales, sobre todo) valdrá
la pena pura y exclusivamente si el funcionamiento del gobierno también respeta
la lógica coalicional de la construcción de poder político presidencial. No
tiene mucho sentido repartir las bolsas de regalo si el único que rompe la
piñata y juega con el payaso es el cumpleañero.
Si los ministerios compensan
a los socios, entonces las reuniones de gabinete son el ámbito para que el
Presidente los escuche y busque consensos sobre políticas, decisiones y planes
de gobierno. El cambio no es complejo: el próximo Presidente debe dejar de relacionarse
de manera aislada con cada uno de sus ministros en solitario y retomar las
reuniones de gabinete incluyendo a todos los socios.
El presidencialismo
coalicional a la brasilera exige ciertos sacrificios.
La
relación con el Poder Legislativo
Si hay algo que aprendimos
de la política latinoamericana es la necesidad de contar con un escudo
legislativo sólido, unificado y aceitado para garantizar la estabilidad
gubernamental. Acá es donde Scioli y Macri pueden tener distintas urgencias.
¿Por qué? Si observamos la
Cámara de Diputados hoy, la radiografía hace sonreír más a Daniel que a
Mauricio. De los 235, el FPV cuenta 119 diputados propios y puede alcanzar los
135 sumando aliados que van y vienen. En cambio, PRO, UCR y CC-ARI cuentan hoy
con un poco más de 60. En el Senado, de los 70 legisladores, el FPV llega casi
a los 40 (32 propios más eventuales socios), mientras que la coalición no
peronista siempre intenta (con suerte variable) nuclear a unos 20 senadores.
Tal como explicó Javier
Zelaznik, la arena legislativa está altamente fragmentada y es
compleja de articular.
¿Entonces? La elección de
los diputados y senadores nacionales se realiza junto con la presidencial en la
primera vuelta de septiembre. Ahí se cuentan los porotos y las bancas: no en
las PASO ni en la segunda vuelta. El objetivo es claro: cada uno precisa llegar
a los 135 diputados y a los 35 senadores para alcanzar el quórum coalicional
propio.
Sicoli solo tendría que
mantener proporciones de votos en cada provincia similares al obtenido por
Cristina Fernández de Kirchner en 2011 dado que esas son las bancas que se
ponen en juego. Macri y Cambiemos solo tienen como posibilidad superar en votos
en la mayor cantidad de provincias al FPV: si en la mayoría llega segundo, la
mayoría legislativa se queda en el deseo.
Probablemente tengan suerte
en las provincias más pobladas y, por ende, donde más bancas se ponen en juego (Buenos
Aires, Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza). También en aquellas donde
la UCR empuje a la armada vencedora contra los oficialismos locales de turno
(Jujuy, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán). En el resto, va a
jugarse hasta el minuto 90.
Pero con contar porotos no
alcanza: también hay que tratarlos bien. Ya que las coaliciones legislativas no
pueden ser formateadas por el Presidente dado que surgen de los votos de cada
provincia del país, lo que sí pueden hacer Scioli y Macri es reconocer los
apoyos legislativos que reciben y premiarlos. Si coalición de gobierno
(ministerios) y coalición legislativa (bancas en el Congreso) se asemejan,
entonces el gabinete es la solución. Y la muñeca política presidencial el
condimento.
¿Nada más? Sí, lo más
importante. Para el final de remate. Macri aún tiene que ganar la interna
presidencial de Cambiemos, compitiendo contra Ernesto Sanz (UCR) y Elisa Carrió
(CC-ARI). Scioli es candidato único en el FPV. Uno de los dos caminos tiene más
curvas y contracurvas.
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