Como
no paramos nunca, y hoy menos, seguimos. Hasta el hartazgo. En estos momentos
tenemos escrutados poco más del 50%. Aún no sabemos quién será Presidente,
aunque algunos ya tiraron globos, tocan bombo, sueltan papelitos. Gane quien
gane, necesitará de una coalición. Y hace un rato en el Suple #Ideas de La Nación dejamos una receta
interesante. No es original. Se la robamos a varios vecinos.
Pueden
acceder al original haciendo click
acá.
Gane
quien gane, Leviatán estará para verlo. Doña Rosa lo acompaña. Por último:
agradecemos públicamente a Raquel
San Martín, su excelente predisposición, su interés en divulgar trabajos de
politólogos y el excelente Suple que edita.
Llega
la hora de las coaliciones: ¿de quién puede aprender la Argentina?
Facundo Cruz
Politólogo, Docente e
Investigador (UBA) y Doctorando (UNSAM) (@facucruz)
América Latina superó sus
propios temores. Uno de tantos en las últimas dos décadas de democracia: la
necesidad que tuvieron sus presidentes de negociar y acordar con múltiples partidos
la conformación de gobiernos y el impulso de sus proyectos legislativos. Pero
la mayoría de los líderes regionales no se asustaron. Aprendieron. Gobernaron.
Los politólogos nos
entusiasmamos con esa situación. Tal como llamó la atención Scott Mainwaring a
comienzos de los años 90 y posteriormente profundizaron Javier Zelaznik, David
Altman y Daniel Chasquetti –entre otros–, los presidentes latinoamericanos
reconvirtieron ese desafío en coaliciones electorales, primero, y de gobierno,
después.
Hoy se elegirá un nuevo
presidente y están dadas las condiciones para imitar acuerdos similares. Gane
quien gane, para gobernar tendrá que mirar a los vecinos del Norte, Este y
Oeste: Brasil, Uruguay y Chile. Los tres casos cuentan con ejemplos exitosos de
coaliciones electorales que alcanzaron la presidencia y ejercieron sus mandatos
como una coalición de gobierno durante el tiempo establecido
constitucionalmente.
¿De
dónde pueden aprender?
Tanto Mauricio Macri como
Daniel Scioli construyeron coaliciones electorales para llegar a Balcarce 50.
El primero, una coalición metropolitana, no peronista, apoyado por la
estructura territorial de la UCR, la innovación de Pro y la CC-ARI, y
construida por penetración territorial desde el Río de la Plata hacia el resto
del país. El segundo, con fuertes componentes peronistas, ya extendidos y
difundidos en el territorio nacional y con fuerte anclaje electoral en las
provincias periféricas (las más chicas y con menos electores).
Para construir sus coaliciones
de gobierno, ambos tienen profesores regionales. En Brasil, Lula da Silva
aprendió de Fernando Henrique Cardoso. Para evitar que sus diputados dejaran de
apoyarlo en el Congreso durante su último año de mandato, el líder del PT
construyó “coaliciones sobredimensionadas”: sumó una cantidad de legisladores
superior al 60% en cada cámara, y compensó a esos partidos con ministerios.
Uruguay y Chile se
caracterizaron por “coaliciones balanceadas y programáticas”. Balanceadas
porque el Frente Amplio y la Concertación/Nueva Mayoría respetaron la relación
de fuerzas de los partidos en el ámbito legislativo y repartieron los
ministerios entre los partidos según la cantidad de bancas obtenidas por cada
uno. Programáticas porque hicieron un fuerte hincapié en un programa electoral
que acercara y conectara ideológicamente a sus integrantes. Luego lo llevaron a
la práctica y respetaron esos acuerdos iniciales.
¿Desde
dónde parte cada uno?
Tanto Scioli como Macri parten
con dos desafíos. En primer lugar, ninguno de los dos contará con mayoría
propia en la Cámara de Diputados. El FPV-PJ tendra 98 diputados propios (sin
contar aliados), mientras que Cambiemos nucleará después de la elección a 88
legisladores (41 Pro, 40 UCR, 4 CC-ARI y 3 Frente Cívico de Catamarca). Si
conectamos a SUMA+/ECO serían dos más: 90.
De modo que la clave para ambos pasa por tentar a los 27 del bloque
Frente Renovador y otros 11 peronistas no kirchneristas.
¿El Senado? Es otra historia:
mayoría propia peronista. De modo que a Scioli puede resultarle más sencillo
implementar su agenda legislativa y a Macri (algo) más difícil. El modelo “a la
brasileña” parece algo lejano.
En segundo lugar, deben cuidar
(y mimar) al frente interno. Primero, deben repartir cargos gubernamentales de
gestión en múltiples niveles del organigrama entre todos los socios que los
apoyaron respetando el balance de poder. Luego, deben poner en marcha el plan
de gobierno acordado al interior de la coalición.
Para aplicar esta receta
“charrúa/trasandina”, Cambiemos y el FP-PJ tienen distintas necesidades. Macri
deberá congeniar funcionarios que aprendieron a ser militantes en la Ciudad
(Pro) con otros que deberán gestionar por primera vez luego de 12 años de
oposición (UCR y CC-ARI). Eso es dar el salto nacional.
Scioli, en cambio, ya saltó
con el FPV-PJ, pero con un clima de tensión interno altísimo. Se puede reducir
el fuego amigo con balance para todos y todas. Ahí hay una ventaja para el
peronismo: se acomoda ante un nuevo liderazgo. Siempre.
Lo
qué jamás debieran hacer
Una realidad es el peronismo
en la oposición, otra en el gobierno.
Con el primer escenario, Macri debe evitar caer en la tentación de la
Alianza. Consultar y mimar a sus socios partidarios es la clave. El gabinete de
coalición es la solución. Y el apoyo político de gobernadores peronistas y no
peronistas utilizando las transferencias discrecionales, el refuerzo.
Con el segundo escenario,
Scioli debe reunificar la coalición peronista. Massistas y peronistas
desencantados durante 12 años son los primeros para sumar. No debe olvidar
comprar una ambulancia, pasar y juntar. Porque será el primer peronista que
tendrá a Buenos Aires (Provincia y Ciudad) esperando a que pise el palito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario