22 enero 2010

Un diálogo entre Leviatán y Juan

Los dos iban caminando y hacía como dos horas que no se ponían de acuerdo. Estaban solos y nadie podía interrumpirlos.


LEVIATÁN: Pero a ustedes tampoco les hace tanto problema. Sólo queremos reconocer los derechos de personas que han sido discriminadas desde hace muchos años.


JUAN: Es que usted nunca me va a entender. No es un tema de poder. Es un tema de ética, de principios. Tampoco es natural.


L: Nadie esta pidiendo romper con la naturaleza. Sólo que, consideramos, son personas. Tienen derechos. Los tiempos cambian, antes era distinto. Ahora hay más.


J: Es que ahí es donde ustedes tienen la visión errada. No porque sean más ahora ustedes se tienen que hacer cargo de ellos. No les puede dar tantas facilidades. Luego van a querer más y más. Usted les da la mano y se agarran hasta el codo, ¿comprende? Nos ha pasado en todas partes.


L: Pero de nada sirve dejarlos y que la naturaleza se haga cargo de ellos. Hay que ayudarlos, la gente tampoco les da una mano. Nadie los tiene en cuenta. Además, ¿para qué desperdiciar esa capacidad ociosa? Mejor dejarlos contentos, así se puede hacer algo en esa zona.


J: Pero escúcheme, ¿usted cree que si les da más y más, ellos se lo van a devolver de alguna manera? Yo creo que no. Nosotros por lo menos creemos que no. Acuérdese del derrame, funciona. Está comprobado.


L: Esa teoría nunca fue probada. Siempre se quedó en los libros usted, Don Juan. Usted conoce de historia, ¿sabe de algún país que le haya servido? Nómbreme uno sólo.


J: Pues, si vemos para el Norte...


L: Patrañas. Sólo salieron a flote de sus problemas porque utilizaron la misma receta: cuidaron el rancho y pusieron trabas. Luego, una vez que pudieron renacer, se olvidaron de ellos de vuelta. Nadie los tiene en cuenta. Ustedes jamás lo han hecho.


J: Nunca demostraron que lo merecían. No hay iniciativa propia. Estimado amigo, creo que jamás nos vamos a poner de acuerdo. Si usted quiere, otórgueles esos planes. Lo va a lamentar. Y ahí volveremos nosotros, victoriosos. Pero sépalo: no nos eche la culpa luego.


L: No se preocupe. Nos va a ir bien. Además, por ahí conseguimos más adeptos a nuestra causa. Y quién lo dice, tal vez ganemos otra vez.


J: Yo espero que no les salga mal. Es peligroso…se pueden dar vuelta.


L: Quédese tranquilo. Yo se lo garantizo. Los muchachos hacen su trabajo.


Y siguieron caminando y discutiendo por dos horas más. Nadie molestaba a Leviatán y Juan Candado –John Locke para los amigos-. Pero tampoco se pudieron poner de acuerdo. Nunca lo pudieron hacer.

1 comentario:

  1. Muy bien armado el dialogo.

    En nuestro país, desde mi punto de vista y espero no ser tomada como una Doña Rosa, el Leviatán ve en aquellos a los que supuestamente quiere incorporar una manera de LUCRAR (y a logrande!!!)
    Lamentablemente, lo veo asi.

    De todas formas, no deja de estar muy original el diálogo.

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