09 febrero 2010

Dinero y Política, los hermanos inseparables

Doña Rosa suele indignarse los domingos cuando agarra el diario. Las novedades del mundillo político suelen ser tapa de Clarín y La Nación. Y cada tanto encuentra una nota que la enoja: corrupción, administración fraudulenta de fondos públicos y enriquecimiento ilícito son temas habituales del fin de semana. La lista puede seguir, pero con estos tres el punto es claro: los vínculos entre dinero y política.


Abramos el debate y orientémoslo en una dirección productiva. No caigamos en los cliché de “todos los políticos son corruptos”, “roba pero algo hace”, o “nunca vamos a tener uno decente ni honesto”. Basta. Esas son trivialidades.


La discusión es más profunda. Es más humana. La duda que me inquieta: ¿está bien que los políticos sean empresarios? O al revés: ¿los empresarios deberían incursionar en política?


Tomemos el primer interrogante. Creo que los argentinos –hermanados con los latinoamericanos en este tema- estamos acostumbrados/cansados de escuchar historias sobre políticos devenidos en empresarios. Dirigentes que acumulan riquezas gracias a los escasos controles estatales para controlar y limitar la corrupción y el enriquecimiento ilícito –Guillermo O’Donnell dixit-.


Casos hay muchos. Hay sindicalistas que invierten en hoteles de lujo en Punta del Este y crean clubes de fútbol con presupuestos que escapan a la realidad de las divisiones del ascenso del fútbol argentino. También están los políticos que incrementan su patrimonio y pueden construir otros hoteles pero en el sur. Hasta sus colaboradores cercanos suman unos pesos de más.


La economía de espacio me obliga a considerar unos pocos, los más actuales aunque sea. Pasemos ahora al segundo interrogante.


Un presidente electo en Chile que tiene el control de una de las líneas aéreas más conocidas de América Latina, además de un canal propio, una clínica y una porción de un club de fútbol. Prometió desprenderse de sus activos antes de asumir. Luego de las elecciones, sus acciones subieron y la venta le reportó algunos ingresos extras.


En Centroamérica hay un empresario-presidente. Millonario dueño de una de las principales cadenas de supermercados de Panamá, fue el artífice de un giro a la “derecha” en la tierra del canal.


No nos vayamos por las ramas con tanta descripción. El punto de debate creo que se encuentra en los vínculos que se crean entre dinero y política durante una gestión gubernamental. América Latina padece una grave enfermedad que los europeos y norteamericanos aman llamar “déficit institucional”. No están errados. Las normas y reglas que deberían controlar la relación entre ambos hermanos no son claras. Consecuentemente, las sanciones no existen.


Doña Rosa tiene razón en este punto: nadie supervisa al que controla el poder político. Ese es el déficit que asusta a los del norte. Esto responde al primer interrogante.


El tema de los candidatos-empresarios volvió a instalarse en agenda a partir de la victoria de Piñera. La cuestión aquí no pasa por permitir o impedir que puedan incursionar en la política. La participación política no se le debe negar a nadie. En eso estamos todos de acuerdo.


Lo que sí se debe controlar es el mantenimiento o no de las empresas-activos que estén en su poder. Esa fue la crítica que se le hizo a Piñera. Debería haberse desprendido de ellas antes de las elecciones. Acá es dónde deberían profundizarse las normas de los países latinoamericanos.


Para que dinero no se sinónimo de política –ni a la inversa-, la solución puede ser más regulación. “Pero el que tiene el poder es el que decide”. Si, Doña Rosa. Pero acuérdese que la política también es sana y necesaria para las relaciones humanas. Sino lo que acabo de escribir no tendría razón de ser.

3 comentarios:

  1. Te olvidaste de Francis, no se puede abordar el tema de los políticos empresarios sin mencionarlo! Jeje.

    Creo que el quid de la cuestión radica en la profesionalización de la política, no? O sea, la gran mayoría de nuestros gobernantes no han estudiado ciencia política y, en consecuencia, no han sido instruídos en los debates sobre el rol de quienes nos gobiernan y el bienestar de los ciudadanos, que llegan a nosotros después de haber sido cuestiones irresueltas por siglos e incluso milenios.

    Yo soy partidaria de políticos profesionales, que entiendan que es su trabajo la administración del Estado -en lo más básico- y que, a este fin, sea formados a tal efecto. Incluso los de puestos más importantes, los más carismáticos: en estados como Argentina, al tener el poder de decisión tan controlado, se vuelve todavía más necesario.

    No me gusta la idea de que la política es distinta a otras disciplinas por que influye en las relaciones o porque siempre está presente en nuestras vidas, hagamos lo que hagamos. Lo mismo dicen los estudiantes de Derecho. Requiere no sólo aptitudes para la administración del Estado sino también comprensión de las condiciones que lo han llevado a ser tal y de las consecuencias de las acciones para las generaciones que vendrán. Y eso no se puede lograr si no es con la dedicación profesional a la tarea. El ascenso al poder de un sector de la sociedad, como representante de tal, no es más que un desbalance en ese equilibrio que -en teoría- deberíamos buscar entre los distintos intereses en juego en la sociedad.

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  2. Como siempre, muy interesante tu entrada Facu!

    comento: primero, estoy de acuerdo con Sofía en cuanto a la profesionalización de la política.

    Luego, no estoy de acuerdo en cuanto a que los políticos no puedan ser empresarios. Deberían poder hacer lo que quieran con su plata, mientras que sea SU plata y no la del Estado.

    Si la corrupción es lo que preocupa, ¿porque comenzar con los políticos y los empresarios? si la misma afecta a TODOS los ciudadanos, por mas "normales" que sean.

    Habría que intentar eliminar la corrupción a nivel individual y colectivo como ciudadanos comunes, y luego, quizá, tengamos un Gobierno acorde a esa sociedad, así como este gobierno y todos los otros que tuvimos, fueron acordes a sus respectivos electores.

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  3. Coincido parcialmente con ambos.

    Yo creo que la diferencia fundamental entre empresarios y políticos es (idealmente) que los primeros tiene como norte la ganancia y el lucro. Los segundos, deberían considerar el bien público como su orientación. Con estoy voy a que el Estado no debe tener como objetivo producir ganancias, sino generarlas con el objetivo de orientarlas hacia el bien público. Eso a veces puede generar déficit, témirno inaceptable para los empresarios.

    Esa es la diferencia para mí. El déficit económico puede verse compensado por una mejora del bien público. A eso se orienta la acción estatal.

    En una empresa o para un empresario, eso no es válido. Por eso todo el arco de coceptos empresariales a veces resulta difícil de aplicar en términos estatales.

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