Una vuelta de tuerca más

Esta semana miremos un poco a Latinoamérica. Gran parte de la prensa mundial también está mirando la región. Y no solo por la devastadora y trágica realidad (acá, acá y acá) que vive Chile luego del terrible terremoto del fin de semana pasado. También prestan atención porque, dos días después de este suceso catastrófico, asumió José Mujica la Presidencia del hermano país de Uruguay.

El "Pepe” Presidente. Quién lo hubiera creído. Por momentos pareciera una parodia griega. El guerrillero socialista devenido en dirigente social, militante, político, candidato y, ahora, máxima autoridad estatal. ¿No parece una parodia?

A mí, en lo personal, me resulta memorable. Hasta imitable. Hoy parece que uno escribe desde el sentimiento. Espero no se aburran.

Paso a explicar el por qué. “Pepe” fue parte de una generación (aún lo es) que renegó de las normas burguesas, cuestión el orden legal imperante y criticó la forma que tenía el Gobierno uruguayo de ejercer el poder político. Para resolverlo, prefirió volcarse a la acción directa para cambiar las bases de la sociedad, alcanzar la igualdad para todos y mejorar la calidad de vida de la población. Todo esto desde el socialismo.

Cuando se lee “acción directa” entiéndase por tal las armas. La guerrilla. Mujica era parte de una de las guerrillas urbanas más reconocidas (incluso mítica para algunos idealistas) que vivió los frenético-trágicos años ’70 en América Latina: los Tupamaros. Muchos recordarán (otros habrán leído en los libros) ese dejo romántico y robbinhoodesco que tenían sus acciones.

Para cambiar esa legalidad que cuestionaban apelaron a la ilegalidad (a no confundir con ilegitimidad, que es otro debate más extenso). Y fallaron. Una vez que intervinieron los militares, el partido comenzó a definirse y los Tupamaros no pudieron frenar la arremetida del Ejército. Muchos terminaron presos, Mujica entre ellos.

La vuelta a la democracia trajo un aire de renovación en los dirigentes guerrilleros. Conscientes de que la ilegalidad no servía para cambiar la legalidad, decidieron jugar con las reglas de juego. Participaron de la transición democrática, salieron de la clandestinidad y pactaron con los demás partidos políticos nuevas normas y reglas. Ahí comenzó el duro proceso interno que los llevó a dejar las armas y tomar los votos.

Los ’90 fueron testigo del crecimiento de los Tupamaros (legalizados en el Movimiento de Participación Popular –MPP-). Primero a nivel Legislativo, sumando cada vez mayor cantidad de bancas y aumentando su peso en el interior del Frente Amplio. Segundo, a nivel Ejecutivo con la victoria del “Pepe” en las presidenciales pasadas.

¿Y ahora? Bueno, los últimos meses dan algunos indicios del “¿y ahora que pasa con Uruguay?”. Claro, el temo de todos eran las posibles medidas que un ex-tupamaro y enamorado del socialismo podía adoptar.

Nada de eso. Desde su victoria en las duras elecciones internas y durante toda la posterior campaña electoral se empeñó en emitir señales de tranquilidad a los mercados y al empresariado (nacional e internacional) para demostrar que, en caso de ser electo, respetaría las reglas del mercado. No “chavizaría” el país, como muchos amenazaron. Y logró convencerlos.

Hasta en su discurso de asunción siguió con esto. Un dato: no se perdió ni una de las asunciones de sus trece ministros. Así es el “Pepe”.

Su primer mandato como Presidente de Uruguay cierra entonces este ciclo. El de los guerrilleros con un dejo romántico que abrazan la legalidad como forma de transformar la sociedad y lograr el sueño de sus años de lucha. Para algunos es aggiornamiento a la democracia burguesa. Para mí es otra vuelta de tuerca más.