01 julio 2010

Escenarios adversos y cambios en el gabinete kirchnerista

Existe una obra (muy recomendable por cierto) de Angelo Panebianco donde analiza los partidos políticos desde su dimensión organizativa. Uno de los conceptos centrales de su tesis es la idea de “coalición dominante”: los partidos políticos no son “administrados” por una sola persona, sino que responden a un conjunto de dirigentes alineados con un objetivo común, que es sobrevivir.


Cada uno de esos dirigentes cuenta con una determinada cantidad de recursos partidarios, los cuales le otorgan un mayor o menor peso en las decisiones de la coalición. La idea de coalición también implica que debe haber criterios unificados para tomar esas decisiones, pero que pueden surgir diferencias entre los que la integren.


Salvando muchas diferencias y rompiendo algunas reglas de la Ciencia Política, se me ocurrió pensar al kirchnerismo gobernante a partir de este esquema. En lugar de la palabra “partido” o “partidario”, usemos “Estado” o “estatal”.


La renuncia de Jorge Taiana fue el detonante de este atrevimiento. Desde que el kirchnerismo gobierna, allá por el 2003, la mayor cantidad de renuncias o “despidos” de ministros se concentraron durante la gestión de Cristina Fernández: 7 en total. Gran parte de esos alejamientos confirmaron la existencia de un sector de kirchneristas “duros” y otro de “moderados”. Los 7 que se fueron pertenecían al segundo grupo.


A la par de estas modificaciones de gabinete y a medida que el descontento popular fue aumentando (constantemente desde principios del año pasado), el kirchnerismo se empeñó en concentrar las decisiones más transcendentales en un grupo cada vez menor de colaboradores. Aníbal Fernández, Amado Boudou, Guillermo Moreno y Julio De Vido, más algún que otro secretario técnico que anda dando vueltas, concentran hoy en día la mayoría de los espacios de poder y pasaron a ocupar o mantuvieron espacios claves dentro de la administración pública. Néstor y Cristina a la cabeza.


A la pintoresca “coalición dominante” la caracterizan dos elementos. Primero, que ellos cuatro han jurado lealtad al proyecto kirchnerista y acatan las decisiones de Nestor y Cristina sin cuestionar. Segundo, técnicamente son responsables de las áreas que más importan a este proyecto: Jefatura de Gabinete de Ministros, Economía, Comercio Interior y Planificación. Las cuatro con amplios recursos estatales y facultades, tanto formales como informales.


Tampoco exageremos. Esto no quiere decir que en épocas del primer kirchnerismo todos los ministros tenían igual peso en las decisiones de gobierno. Pero la lógica de poder aplicada el último año, más el temor por más deserciones o “deslealtades” y el apuro electoral en puerta, han contribuido ha intensificar los movimientos ministeriales.


Taiana fue el último fusible. Su renuncia arroja otra particularidad especial. Cada vez que surge una situación crítica que concentra la atención de la opinión pública, se mueven las fichas en el tablero. Con Taiana fue el potencial escándalo por la embajada paralela en Venezuela, además de la ya delicada relación con Uruguay por el tema pasteras.


Lo mismo les pasó a algunos de sus ex-colegas. Alberto Fernández y Martín Lousteau se fueron por la crisis del campo. Sergio Massa, junto con Carlos Fernández, luego de la derrota electoral. Ironía política: estos dos habían reemplazado a los anteriores dos.


Aún resta año y medio de gestión, y pareciera que no va a haber mayores cambios en el Gabinete. Pero estamos acostumbrados a los volantazos. Como el de Taiana. Nadie lo vio venir.


Una vez que termine la fiesta deportiva, el mundillo político puede volver a activarse y se confirmarán o refutarán estas percepciones. Una cosa es segura: la “coalición dominante” es cada vez más cohesionada y menos dispersa. Leal. Incondicional.

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