01 noviembre 2010

Tres días que estremecieron a la Argentina

Pueden llegar a ser más. El estupor y la sorpresa que provocó en la población (tanto adeptos como detractores del Gobierno Nacional) el fallecimiento de Néstor Carlos Kirchner el pasado miércoles 27 de octubre todavía se siente. Aún se percibe. No salimos de nuestro asombro.

Porque fue repentino e imprevisto. Nadie se imaginaba que el hombre alrededor del cual se había articulado, construido, destruido, resurgido y recreado la política argentina de los últimos diez años ya no estuviera presente. Físicamente presente, ya que su recuerdo perdurará mucho tiempo. Positivo para algunos y negativo para otros.

Kirchner fue un clivaje en la política argentina en estos diez años. Electoralmente sobre todo. Para los partidos opositores al peronismo (los que no se tentaron a pasarse de filas) siempre fue uno más de ese montón. Para sus antiguos socios políticos y hoy (todavía) opositores a su modelo la diferencia era solamente de apellido. Peronistas en el fondo.

Gubernamentalmente también lo fue. Si bien en lo formal solamente cubría una banca en el Congreso Nacional, informalmente era el responsable y artífice de muchas decisiones, armados y construcciones políticas del Gobierno Nacional.

Empecé por el final. Y ahora sigo por el principio. Estas breves líneas tardaron cinco días en convertirse en renglones, bits y letras básicamente por dos razones, discutidas con una colega profesional el jueves pasado.

Primero, por respeto a lo sucedido y al hecho del fallecimiento en sí. Por mucho que se denoste lo realizado y no realizado por Kirchner en la política argentina, hay un valor superior y es, precisamente, el respeto. Segundo, porque es apresurado.

En este punto me quiero detener. Es todavía demasiado pronto para vaticinar que va a pasar en la Argentina. El sistema político aún no se ha podido acomodar luego de este cimbronazo. Y me refiero a sus tres componentes: autoridades, régimen político y comunidad política. Hay que esperar todavía. No se sabe cuánto, mejor no apurarnos.

La segunda defensa del “no apuro por adivinar que puede pasar” radica en lo dicho más arriba. Kirchner tenía tantas funciones informales en la gestión diaria (y futura) del Gobierno Nacional que ahora habrá que llenar ese espacio con algún funcionario. O con más de uno. Dependerá estrictamente de Cristina Fernández de Kirchner definir como se hará, los pasos a seguir, las personas responsables y las tareas que cumplirán.

También hay que esperar como se comportará la heterogénea coalición que Kirchner supo construir. Aliados que van desde el PJ tradicional, representado por algunos gobernadores, hasta los movimientos sociales transversales al peronismo, la CGT y la “renovación” peronista están todavía esperando. Mejor imitarlos.

Si hay algo que me enseñó la Ciencia Política es, precisamente, ver y analizar con las herramientas y los datos con que uno cuenta. Las herramientas están, pero los datos todavía no. De ahí un ejercicio de “no ansiedad” y de mesura.

Ansiedad que se materializó en la mayoría de los medios argentinos, en sus analistas políticos y en la población en general. Producto, también, de todo lo dicho más arriba y en muchos posts en este espacio.

Paciencia. Es lo más sensato. Leviatán acaba de dar un giro de 180°. O no lo ha hecho.

3 comentarios:

  1. Gracias Gonzalo! Sigo tu blog a diario también, muy bueno!

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  2. Mi estimado Leviatán, me voy a permitir disentir con usted en algunos puntos de su mesurado y sorpredentemente paciente análisis.
    Kirchner no ha sido un clivaje. Pero puede convertirse en uno, si el kirchnerismo representa dentro del movimiento peronista una fractura que obligue a formar una nueva expresión partidaria de centro izquierda. Es poco probable que eso ocurra a mi juicio, no obstante. Precisamente porque ha muerto.
    El nacimiento del mito, significará incorporar a Kirchner a la liturgia peronista, no deshacerse de él.
    En los movimientos pendulares que caracterizan al PJ, ahora es el turno de la derecha o de la centro derecha, es el tiempo de la mesura, de la calma, de la negociación y no de la confrontación que supo encarnar Kirchner.
    Entonces el clivaje no es nuevo, es siempre el mismo. Peronismo - antiperonismo.
    El problema está tal vez, en que ese clivaje aún no ha desaparecido. He ahí tal vez el desafío futuro

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