Paso más de un mes. Hacía tiempo que no podía sentarme a escribir unas líneas. Incluso estuve fuera del país un tiempo, sin diarios, sin celular y sin noticias. Solamente alguna esporádica y aislada, pero nada de Argentina. Ahora que volví parece que todo está por reventar. Leviatán volvió. Y sigue a sueldo.
Así las cosas, me llama mucho la atención como el sindicalismo argentino está jugando a las elecciones. ¿Qué quiero decir? Quiero decir que cada uno de los dirigentes, sindicatos y gremios están moviendo sus fichas en el tablero de las Presidenciales 2011, siendo más o menos solidarios con sus pares.
Oficialistas y opositores. Pactistas y combativos. Gordos y flacos. Todos mueven sus fichas. Pero atentos: no todos de la misma manera, del mismo modo y con los mismos intereses.
La CGT, hoy en día, está partida. No formalmente, pero sí en sus voluntades.
En un bando tenemos a Hugo Moyano y sus secuaces. Hábil acaparador, el líder camionero supo explotar el crecimiento de su fuerza sindical (que venía desde los ’90 en aumento) y logró ejercer la suficiente presión política y social sobre el kirchnerismo para ganar espacios de poder. Néstor lo supo leer bien y lo dejó hacer. Un poco y otro no tanto, pero lo dejó crecer.
El hambre no paró. Ahora Moyano desea comenzar a ocupar más espacios institucionales en el Congreso (según algunos medios ya tiene 13 diputados que le responden), con la inclusión de más dirigentes sindicales en las listas del PJ. No se detiene ahí: tiene el deseo de que los Vice de Nación y de Provincia de Buenos Aires sean también de su riñón. Poca cosa.
En el otro están los Gordos. ¿Quiénes son? Todos aquellos gremios de gran peso en la CGT, que recelan un poco del crecimiento de Moyano al calor del kirchnerismo y miran con nostalgia los años en los cuales ellos solos mandaban en la central.
Hoy por hoy no rompen con el líder camionero y mantienen la unidad sindical por conveniencia estratégica y táctica. Les resulta más conveniente mantener sus espacios en la CGT, con miras a un futuro donde Moyano deje de pasar por Azopardo al 800. Por eso miran con expectativa los posibles resultados electorales de este año y tejen bajo la mesa alianzas circunstanciales con sectores peronistas, tanto kirchneristas como no kirchneristas. No piden muchos lugares, pero otorgan y retiran apoyos políticos.
Dos claros ejemplos de lo que significa dormir con el enemigo. Poco más de un mes antes, Gerónimo “Momo” Venegas (histórico de peones rurales) había sido detenido y citado a declarar por la causa de los medicamentos adulterados. En ese mismo día, todo el espectro sindical peronista se movilizó y reclamó su liberación. El mismo Moyano también. Lo lograron.
La semana pasada, otra fue la historia. Hugo Moyano amenazó durante dos días con un paro nacional por el pedido de investigación de la Justicia suiza, ante las sospechas de enriquecimiento ilícito de una de sus empresas. Salvo sus principales aliados (Viviani, Plaini, los de transporte y algún otro), ninguno de los sindicatos de peso salio a respaldarlo. La protesta se levantó, y la solidaridad sindical en las palabras se quedó.
Las dos situaciones muestran la conveniencia de ambos sectores de permanecer bajo un mismo techo, pero sin la necesidad de estar unidos. Cada uno actuando en base a su propio cálculo racional y midiendo solidaridades.
En primer lugar, porque la causa de los medicamentos adulterados toca a prácticamente toda la dirigencia sindical de peso (gordos y flacos por igual), y ahí es donde la solidaridad emerge como mecanismo decisor. Incluso el mismo Moyano se vio obligado a salir a respaldar a Venegas, reconocido duhaldista.
En segundo lugar, porque la investigación sobre las empresas del dirigente camionero afectan única y exclusivamente a éste, y es en este tipo de acciones donde los Gordos ven la oportunidad de aislar políticamente a Moyano y despegarse lo más que pueden. Razones les sobran: ven en las causas judiciales contra el camionero la chispa que puede liberarlos de su poder (casi) ilimitado.
Así están las cosas en el mundo sindical. Unidos pero separados, hasta que las elecciones 2011 terminen por definir el destino de quién está garantizado y la suerte de quién estará echada. ¿Por qué? Porque las causas judiciales están en marcha, pero es la voluntad política de hacerlas avanzar o retroceder lo que las define.
Volvimos. Con todo.
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