La
alegría es solo brasileña
Facundo Cruz
Politólogo,
Docente Universidad de Buenos Aires (UBA)
La primera ronda de las
elecciones generales en Brasil celebrada hace menos de un mes silenció a
propios y extraños. Todos esperaban la sorpresa. La tercera vía. Romper el
aburrimiento de los mismos de siempre. Pero Brasil no sorprende. Al menos
políticamente hablando. Coincidimos con Andrés Malamud.
Así ha sido en los últimos
20 años. La estabilidad no es solo económica. También es política. Acá lanzamos
la primera idea. El gigante sistema político sudamericano ha alcanzado cierto
estado de solidificación: un lento proceso que tuvo una primera etapa donde amplias
proporciones de votos cambiaban de elección en elección y de partido en partido
como si fuera una feria florentina, a una segunda etapa caracterizada por un
sistema de coaliciones estables y estabilizantes del mismo sistema que las
produjo.
La segunda idea. Las
elecciones generales celebradas en octubre no arrojaron grandes cambios en el
sistema político brasilero. Son, antes que nada, la continuación de lo vivido en
las últimas dos décadas.
Por eso no hay que apurarse
a sacar conclusiones apresuradas. Tenemos que ver los datos. No tema. Pueden
sorprenderlo. La Tabla Nº 1 sintetiza todo lo que analizaremos en estos
párrafos. Luego vamos a los detalles.
Tabla
Nº 1. Volatilidad y Competitividad Electoral y Número Efectivo
de Partidos (NEP) para Presidente y Cámara de Diputados, Brasil (1986-2014)[1].
Fuente:
elaboración propia en base a datos Tribunal Superior Electoral (Brasil) y
Cámara de Diputados (Brasil).
Bajando
la volatilidad
La volatilidad electoral nos
dice mucho de un país, de sus partidos, de sus electores y de sus políticos.
Concretamente, podemos saber en qué medida los electores mantienen su voto por
el mismo partido en elecciones consecutivas para determinados cargos electivos
en juego o si, en cambio, prefiere elegir a otro: un valor alto es sinónimo de
inestabilidad, uno bajo de estabilidad.
Si prestamos atención al
Gráfico Nº 1, podemos ver cómo con el correr de los años, los brasileros han
preferido mantenerse ¿fieles? a sus partidos políticos tanto en elecciones
presidenciales como legislativas. El salto es abrumador en la competencia por
el Palacio del Planalto: de valores por encima del 70% a principios de los ‘90
evolucionó a valores inferiores al 30% en las últimas dos elecciones. En la
competencia por las bancas legislativas el índice es incluso inferior. El
Brasil del Siglo XXI es más chileno y uruguayo. Más europeo.
De modo que no solo tenemos
pocos cambios en el comportamiento electoral de los brasileros sino que también
los partidos siguen siendo los mismos. Menuda coincidencia: desde mediados de
la década del ’90 hasta la fecha, el PT y el PSDB han dominado y polarizado la
escena política.
Dado que siguen siendo los
mismos, la competencia política se hace más atractiva. Esto lo vemos reflejado
en el aumento de la competitividad electoral. Esto es, la distancia de votos
presidenciales o bancas legislativas que hay entre el primero y el segundo: a
menor distancia más competencia, a mayor distancia menor competencia.
Observando la Tabla N° 1
nuevamente, podemos ver que los candidatos presidenciales brasileros han estado
muy cerca uno del otro, especialmente en las últimas cuatro elecciones (PT vs.
PSDB). En la Cámara de Diputados la distancia entre la primera bancada y la
segunda se ha reducido a márgenes mucho menores. Casi mínimos. ¿Motivos?
Gráfico
Nº 1. Volatilidad Electoral Presidencial y Legislativa, Brasil
(1986-2014).
Fuente:
elaboración propia en base a datos Tribunal Superior Electoral (Brasil) y
Cámara de Diputados (Brasil).
Aumentando
los competidores
Paradójicamente, mientras
más se ha estabilizado el sistema político brasilero, más complejo y
heterogéneo se ha vuelto. Esto se debe a que una mayor cantidad de cargos
públicos en juego (ejecutivos y legislativos tanto nacionales como estatales y
municipales) se ha repartido entre una mayor cantidad de partidos políticos.
Acá es donde se separan los
caminos de la competencia presidencial y de la competencia legislativa. No
podríamos ser más gráficos. Este particular fenómeno se aprecia si prestamos
atención al Número Efectivo de Partidos Políticos (NEP)[2]: con el correr de los años
mientras que la competencia presidencial se ha concentrado en unas pocas
candidaturas relevantes, las bancas legislativas se han repartido entre una
mayor cantidad de partidos políticos. Pocos presidentes y muchos diputados.
No es un tema para nada
menor. Si tomamos las últimas cuatro elecciones legislativas, Brasil puede caracterizarse
como un sistema partidario altamente fragmentado, con valores cercanos (o
superiores) a 10 partidos que ingresan en el recinto. Lo peor de Sartori. Un infierno de gobernabilidad en puerta.
Pero los líderes políticos
han encontrado el cielo: el de las coaliciones. Tanto el PT como el PSD han
aprendido a construir coaliciones electorales amplias en torno a su propia
candidatura presidencial y acompañados por una multiplicidad de pequeños y
medianos partidos políticos. Muchos de los cuales hasta confunden con sus
nombres.
Precisamente es el PT el que
ha sabido huir del infierno. Durante los mandatos 2002-2006 y 2006-2010 ha logrado
que su coalición electoral se convierta en legislativa y de gobierno (gabinete),
integrando una amplia cantidad de socios que lo colocaron por encima del mínimo
necesario para aprobar sus proyectos de ley (50% de cada cámara). Una coalición
sobredimensionada.
En eso aprendió del PSDB, a
quien no le fue tan bien sobre el final de sus mandatos 1994-1998 y, sobre
todo, 1998-2002. En ambos períodos fue perdiendo diputados y senadores en el
Congreso Federal a medida que se acercaba un nuevo proceso electoral. El que se
quema con sus socios, ve un aliado y llora.
Gráfico
Nº 2. Número Efectivo de Partidos (NEP) Presidencial y
Legislativo, Brasil (1986-2014).
Fuente:
elaboración propia en base a datos Tribunal Superior Electoral (Brasil) y
Cámara de Diputados (Brasil).
Presidencialismo
a la brasilera para ambos
¿Por qué escribimos estas
líneas ahora? Porque todavía no está definida la competencia presidencial. Y
con estos datos, podemos evaluar posibles escenarios futuros. Para no errarle.
Si Dilma Rousseff (PT) gana
en la segunda vuelta, volverá a reeditar la solución que tan bien le ha
resultado a su coalición los últimos mandatos: sobredimensionarla. Hoy en día,
tiene casi 60%% de la Cámara de Diputados y 65% del Senado. En su anterior
mandato fueron casi 70% en ambos recintos.
En cambio, si Aécio Neves
(PSDB) lo hace, deberá aprender de ella. Aunque no le guste. Cuenta al momento
con casi 25% de los diputados y 23% de los senadores. Si, tal como declararon
públicamente, los aliados de Marina Silva (PSB, la tercera en discordia) se
suman a su coalición legislativa, Neves apenas superaría el 30% en cada cámara.
Infierno en puerta. Deberá, entonces, apelar a los aliados derrotados de Dilma
(¿PMDB?). Sin excusas ni vueltas. Para no tomar Collor.
Pero no queremos volverlos
tan locos (ahora). Dejémoslos disfrutar de la alegría. Unos días más.
[1] La volatilidad
electoral se calcula entre dos años, tomando en cuenta la proporción de votos
obtenida por cada partido político en elecciones consecutivas. En la Tabla Nº 1
figura en cada elección la volatilidad electoral respecto del año anterior. Por
ejemplo, en la columna del año 1994 se calcula con la elección presidencial de
1990. En 1986 no hubo elecciones presidenciales.
[2] El NEP mide la
cantidad de partidos políticos que compiten por un determinad cargo en juego
(presidencial o legislativo) ponderado por la proporción de votos que obtiene.
Muy interesante el artículo. No podría agregar ni una palabra más al post jaja :-). Me permito compartirlo en mis redes sociales.
ResponderEliminarSaludos,
Muchas gracias Mariana!
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