30 enero 2015

#ElEstadista Primos (pero no hermanos)

Seguimos con algunas ideas sobre #CoalicionesMultinivel en El Estadista (edición impresa Nº 114). Ya habíamos hablado sobre coaliciones no peronistas acá y sobre las peronistas por acá. Ahora vamos a un punto medio: Mauricio Coalición y Sergio Coalición. Muy parecidos pero para nada cerca.


Primos (pero no hermanos)

Facundo Cruz (cruzfacu@gmail.com / @facucruz)

Mauricio y Sergio están corriendo en andariveles separados. Aunque están pegados. Tienen la misma meta en mente. Parten desde lugares similares. Ambos quieren llegar a Balcarce 50. Mauricio solo tiene que cruzar la Plaza desde Bolívar 1. Sergio, recorrer el Río desde Tigre.

Mauricio es Macri. Sergio es Massa. Y tiene  más en común de lo que aparentan. Ambos son dirigentes políticos personalistas con proporciones similares de adhesión pública (según las encuestas). Han emprendido la construcción de Propuesta Republicana (PRO) y el Frente Renovador (FR), respectivamente, sustentados en su propio y único liderazgo carismático. Estas estructuras partidarias, por su parte, están integradas por segundas, terceras y cuartas líneas de dirigentes que anteriormente tenían camisetas con otros colores y líderes con otros nombres. Solo los diferencia el tiempo. Macri empezó hace 12 años. Massa, hace 2.

Pero hay una similitud más llamativa: ambos necesitan de coaliciones electorales amplias para comprar pintura rosada para su oficina. Esto se desprende casi naturalmente del tipo de acuerdo político que necesitan construir en los 6 meses restantes que quedan de carrera. Sus coaliciones electorales necesitan y tienen (al momento de escribir estas líneas) tres componentes centrales.

Lo primero es que tienen que convertirse en multinivel. Ya conversamos anteriormente sobre este punto, pero lo refrescamos. Las coaliciones tienen que ser 1) acuerdos entre partidos políticos que 2) buscan concretar objetivos comunes, 3) invierten sus propios recursos para hacerlo y 4) se distribuyen los beneficios de lo logrado. En un sistema político como el argentino, tienen que sumar un 5º elemento: tienen que conformarse, competir y presentar candidatos para una multiplicidad de niveles de gobierno (nacional, provincial y municipal) y en cada una de las 23 provincias, en una ciudad autónoma y en más de 2.100 municipios.

Mauricio y Sergio tienen que trasladar su popularidad personal desde el último concejal hasta el primer gobernador. Y llegar desde el pueblo más chico hasta la ciudad o el municipio más poblado. En 6 meses.

El segundo componente es que la construcción de esas coaliciones sigue una lógica de penetración territorial. PRO y FR nacen en grandes centros urbanos, desde los cuales tienen que extenderse hacia el resto de las provincias y ciudades del país. Buscan abarcar la mayor cantidad de territorio político posible. Y exportar sus modelos de gestión hacia otras regiones. La Ciudad de Buenos Aires y Tigre son el Cabo Cañaveral presidencial.

El tercer elemento es que son coaliciones más bien heterogéneas. Tanto Macri como Massa se apoyan en estructuras partidarias ya existentes allí donde encuentran concordancia de objetivos políticos. Estas estructuras responden, mayormente, a dirigentes opositores (challengers) que desafían  a los oficialismos provinciales (incumbents), generalmente peronistas.

Pero donde no hay tal estructura creada y a disposición, como ocurre en algunos municipios del Conurbano Bonaerense, la estrategia es inventar candidatos propios: figuras de renombre del mundo del espectáculo, el deporte y los medios.

Nueva política. Nuevos políticos. Y viejas estructuras. Coaliciones heterogéneas.

Los límites

Estas similitudes, sin embargo, fijan sus propias limitaciones. El primer problema es que los segundos compiten entre sí, no contra el primero. Macri y Massa son los dos precandidatos presidenciales que mejor miden en las encuestas. Son los dos opositores reconocidos al oficialismo nacional. Son los dos segundos. Son los dos que buscan entrar al ballotage. Y es un problema de pura coordinación electoral.

El segundo problema es que compiten por las mismas estructuras partidarias provinciales. Mauricio está cerca de cerrar acuerdos con la Unión Cívica Radical (UCR) en Entre Ríos, Chubut, Córdoba, La Pampa y Mendoza, y con múltiples partidos en Neuquén. Sergio hace lo propio con los radicales de Jujuy y Tucumán. Pero ambos pelean (no comparten) candidatos en Chaco, Corrientes, Formosa, La Rioja y Santa Cruz. Estas divergencias potencian el primer problema. Y lo acrecientan.

El tercer problema derrama naturalmente del anterior. El segundo lugar en la carrera genera actualmente fuertes tironeos en la UCR para elegir a cuál primo acompañar. Ya es una figurita repetida: el radicalismo es el único partido con presencia territorial en cada distrito en el cual vuelve a escasear un candidato presidencial competitivo, lo cual genera presiones internas para apoyarse en un outsider y sobrevuela el riesgo de fractura. Un más y van…varias.

El cuarto problema es que las coaliciones de Mauricio y Sergio apuntan al mismo electorado. El discurso de férrea oposición al Gobierno Nacional con buena capacidad de gestión y mucha cercanía al ciudadano promedio cala hondo en gran parte de los electores argentinos, tanto nacionales como provinciales. Pero los divide. Y la división no gana elecciones.

Dos posibles resoluciones

Un simple recordatorio puede servir para encontrar una salida a los cuatro problemas. En las elecciones presidenciales de 2007 se conformaron dos coaliciones electorales opositoras, también multinivel pero menos heterogéneas: Confederación Coalición Cívica (Carrió-Giustiniani) y Concertación Una Nación Avanzada (Lavagna-Morales). Ambas estructuraron un mensaje similar. Pero en aquellas provincias donde la primera ganó votos, la segunda los perdió y viceversa. El Frente Para la Victoria tuvo todo servido en bandeja de plata.

Mauricio y Sergio pueden aprender. El que llega segundo antes del cierre para presentar las listas, compra pintura rosada. El que viene detrás, cruza a la Plaza de los dos Congresos y se sienta en el sillón del Senado.

Pero son primos. Y no quieren ser hermanos.

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