Salió en El Estadista (edición impresa Nº 118), privilegiada plataforma discursiva de politólogos. Si no se aburren y quieren ver el presagio anunciado, pueden ver el marco general acá, algo sobre coaliciones no peronistas acá, sobre las peronistas por acá y sobre las similitudes coalicionales #PRO y #FR acá. Se recomienda reservar alguna para la hora del almuerzo (no indigesta).
Cuatro
reglas para que una Coalición no sea Alianza
Facundo Cruz,
Politólogo, Docente Universidad de Buenos Aires (UBA) (cruzfacu@gmail.com /
@facucruz)
Leandro Alem jamás imaginó a
(gran parte de) un país pendiente de una Convención de su partido. La mayoría
de los radicales tampoco lo hizo. Menos después de la salida abrupta del 2001.
Pero Gualeguaychú les dejó una lección importante: como tenemos
partido para rato, también habrá coaliciones por un buen
tiempo.
Mauricio Macri y Elisa
Carrió respiraron aliviados cuando se aprobó la conformación de una coalición
electoral entre la UCR y sus queridos PRO y CC-ARI, respectivamente. El acuerdo
que ambos dirigentes encararon con Ernesto Sanz ya era un hecho y una alegría
para el terceto.
Pero no tienen que dormirse
en los laureles: puede ser una tragedia griega. Desde el punto de partida, la
coalición UCR-PRO-CC-ARI nace como un modelo mixto de construcción de coalición.
Por un lado, tenemos a los radicales difundidos en gran parte del territorio,
con más de un siglo de actividad partidaria, con cierta estructura militante
activa, dirigentes reconocidos públicamente en casi todas las provincias y una
organización que se extiende de Ushuaia a La Quiaca. Por otro lado, PRO y
CC-ARI son partidos que apenas superan la década de vida, se han construido por
penetración territorial desde la Ciudad de Buenos Aires, tienen cierta
presencia en las provincias más cercanas al centro urbano nacional y solo el
primero de ellos gobierna un distrito.
Hay un desbalance importante
desde el arranque. Se percibe. Pero puede compensarse: hacen falta algunas
reglas claras que les permita a los Sanz, Macri y Carrio administrar el
gobierno de esa coalición. Retomando al muy citado Andrés
Malamud, si uno de los patovicas de la política argentina dejó
pasar a dos invitados, ahora hay que ver cuánto tiempo los dejan quedarse en el
boliche. Para que lleguen al final de fiesta, acá dejamos un listado algunas
reglas y recomendaciones para que tengan en cuenta.
1.
Las coaliciones son construcciones que tienen etapas. Apenas
unos días después de la Convención de la UCR la ansiedad política casi dinamita
una regla de oro: no se habla en la primera semana. Se espera a que se calmen
las aguas. Por eso no tuvo nada de positivo que automáticamente se empezara a
vaticinar cómo iba a ser la coalición de gobierno sin que siquiera se hayan
definido las reglas de la coalición electoral.
El complejo mundo de las
coaliciones nos ha enseñado que los acuerdos sólidos se construyen por etapas.
Como si fuera una secuencia de eventos conectados y relacionados. Primero,
acordamos las reglas electorales. Si todos están de acuerdo, conformes y además
ganan, pueden llegar a la segunda etapa: coalición de gobierno. Cuando asumen
se activa la tercera: la coalición legislativa. Le da sustento y estabilidad al
gobierno. Es su escudo de protección.
Este es el punto de partida.
Sino, pueden empezar a pedirle al patovica que saque a alguno de los dos.
2.
Reglas claras para distribuir los espacios de la coalición electoral. Ya
lo dijimos más arriba: la UCR tiene mayor presencia territorial que PRO y
CC-ARI. Lo que hace que el primer y más difícil desafío sea acordar reglas
claras para distribuir las candidaturas. Separemos las ejecutivas de las legislativas:
cada una tiene que tener su propio criterio de distribución.
Las candidaturas
presidenciales no tienen muchas vueltas, dado que los tres partidos dirimirán
la integración de las fórmulas en las PASO. Lo que sí sería conveniente es que
en lugar de tres competidores hubiera dos y que, además, no sean partidarias
puras. Imaginen el desbalance de poder futuro que tendría la coalición si
Presidente y Vice pertenecieran solamente a la UCR, a PRO o a CC-ARI. Cualquiera
de las combinaciones de siglas que las encuestas avalen sirve.
La integración de listas legislativas
es el meollo de la cuestión. Acá es donde pesa la diferencia de presencia
territorial. Cada provincia es una negociación en sí misma, en la cual los tres
partidos tienen que ponderar quién tiene mayor peso en base a un difícil
cálculo de presencia militante, recursos organizacionales y cantidad de votos
obtenidos en las últimas dos elecciones (2011 y 2013). Donde la UCR domina,
puede pedir mayoría de los lugares en las listas, dejando que PRO y CC-ARI se
repartan la mitad restante. Donde los tres empatan, la integración debería ser
en partes iguales intercalando un candidato de cada partido y repartiendo las
cabezas de listas entre los tres partidos en partes iguales.
Una idea revolucionaria que
aplica a las situaciones de empate. No sería descabellado pensar un esquema de
rotación de diputados en aquellos distritos donde se eligen pocos diputados. Si
primero asume su banca el candidato de la UCR, a los dos años puede asumir PRO
y el año restante de mandato queda para CC-ARI.
La bolsa es grande: 130
diputados nacionales y 693 provinciales, 24 senadores nacionales y 107
provinciales, además de 43 parlamentarios del Mercosur. Todos se pueden llevar una
parte.
3.
Equilibrio para consolidar la coalición de gobierno. Solo
tiene sentido mencionar la palabra “ministerios” a partir del 26 de octubre.
Antes, ni soñarlo. Y no es un capricho académico sino que es consecuencia de
dos datos necesarios previos.
Primero, saber la fórmula
presidencial que liderará la coalición. En las coaliciones presidenciales el
titular del Poder Ejecutivo se reserva la mayoría de los ministerios y,
adicionalmente, los más importantes. El resto se distribuye entre sus socios de
acuerdo a su importancia política y su peso legislativo.
Acá entra el segundo dato,
que es conocer cuántas bancas puede obtener la coalición y a qué partido
pertenezcan. Quien obtenga la mayor cantidad de bancas puede recibir (y
reclamar) compensación ministerial acorde, siempre con posterioridad a la
tajada que se reserve el Presidente para sí mismo.
Cuando se reparte, hay
cogobierno. O gobierno de coalición: son sinónimos. La homogeneidad de color
político en el Poder Ejecutivo solo les garantiza unos meses de mandato. Por
ejemplo, ¿qué hacer ante el desafío de conformar el equipo económico? Otra idea
loca: el Ministerio de Economía, el Banco Central y las agencias recaudadoras
nacionales deberían distribuirse en partes iguales.
El monopolio del Peso puede
ser una bomba de tiempo. Aprendan a convivir.
4.
Diálogo y estabilidad con la coalición legislativa.
Otra enseñanza de la política latinoamericana es la necesidad de contar con un
escudo legislativo sólido, unificado y aceitado para garantizar la estabilidad
gubernamental. Si la coalición UCR-PRO-CC-ARI se acerca a la mayoría tanto en
la Cámara de Diputados como en el Senado, puede ser suficiente incentivo para
mantener los bloques unidos para aprobar el paquete legislativo que envíe el
Poder Ejecutivo.
Sin embargo, si quedan
debajo de la mayoría en alguna de las dos cámaras, deberán poner en práctica
todos sus dotes de negociación política para aprobar cada ley; con todos los
costos temporales y de recursos que implica. O deberán ampliar la coalición con
más socios, repartir y barajar de nuevo los ministerios.
Los primeros 6 meses son
claves para garantizar la estabilidad del gobierno. Reglas claras conservan la
amistad. O te convierten en una Alianza. Y tus socios te esperan en un
helicóptero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario