Leviatán
no podía quedarse callado. Era (o es, depende de la perspectiva) el tema del
momento. Y siempre se debe a las redes, al debate colectivo, al intercambio de
ideas: a tomar postura. ¿Cómo la toma? Hablando de coaliciones, de lo buenas
que son y de lo bien que hacen. Picaba la idea, daba vueltas en la cabeza, no
terminaba de asentar. Pero se prendió la lámpara, impulsado por una colega que
alienta desde la tribuna y su amiga Raquel (excelente periodista y
dispuesta a los aportes nuevos) hizo el resto: dijo “vamos para adelante”.
Asique
seguimos. Y marcó postura. Acá el Leviatán opina sobre #Brasil, sus
crisis y su nuevo juicio político. Doña Rosa se sorprende porque cree que se
acabó el mundo, pero la convence de que hay luz y no está lejos.
En
la innovadora plataforma de Ideas
en La Nación. La nota fue publicada acá
el viernes 22/04 pasado. Pase y debata: su opinión cuenta. Coalición, decime
qué se siente.
Brasil:
no fracasaron las coaliciones, sino una forma de gobernarlas
Facundo Cruz
El gigante regional se
despertó. Pero no de la mejor forma, sino con el pie izquierdo. Brasil está
inmerso en una crisis política e institucional que vuelve a vivir como a
principios de los ’90. Un nuevo juicio político contra el Presidente, en esta
oportunidad Dilma Rousseff. Si la primera experiencia aparentó ser una
tragedia, ésta tiene momentos de farsa.
Si se despierta de malhumor, más
que las consecuencias sobre la (costosa) estabilidad política que deberá
recuperar una vez que avance el proceso y se confirme la destitución de la
titular del Poder Ejecutivo, lo que se pone en debate es una fórmula política común
en América Latina. Si, esa misma: la de los presidencialismos de coalición.
Pero, aunque es el más
conocido, Brasil es solo uno más de los casos paradigmáticos de gobierno de
coalición en América Latina, no el único. El problema de fondo radica en
discutir los modelos de gestión de esos acuerdos entre partidos: el gobierno de
la coalición antes que la coalición en sí misma.
¿Qué modelos detectamos en el
Cono Sur?
Las
coaliciones por recursos públicos
Los partidos políticos
construyen coaliciones en base a dos criterios separados, pero no opuestos
entre sí. Pueden hacerlo a partir de la disponibilidad de distintos recursos
públicos que pueden ser distribuidos entre los miembros del acuerdo en base a
cierto criterio político establecido, generalmente, por el Presidente (el
“formateador” de la coalición). También pueden hacerlo por afinidades
ideológicas o programáticas: ideas comunes compartidas y defendidas por todos
los integrantes, plasmadas en un plan de gobierno que se lleva a cabo. Recursos
públicos y programa político pueden trabajar en conjunto, o bien puede pesar
uno por encima del otro.
Brasil nos acostumbró al
primer criterio. Como indicó Daniel Chasquetti esta
semana, las coaliciones de gobierno brasileñas sobrevivieron
gracias a las herramientas institucionales y a los recursos públicos disponibles
en manos del Poder Ejecutivo nacional. Este factor determinante permitió que
quien ocupara el Palacio del Planalto gobernara una de las democracias más
fragmentadas del mundo.
Ahora, cuando surge una crisis
económica y fiscal de envergadura, ¿qué recursos quedan? Pocos. ¿Cómo se
reparten? Entre los más cercanos. Veamos la distribución de carteras
ministeriales.
Según una investigación del
Grupo de Investigación “Coaliciones Políticas en América Latina” (UBA), al
momento de asumir Dilma Rousseff su segundo mandato el PT contaba con el 13,6% de las bancas en la
Cámara de Diputados, mientras que el PMDB (su principal socio) tenía el 12,8%.
Sin embargo, en el reparto de ministerios, el Partido de los Trabajadores (PT)
recibió el 33% y el PMDB tan solo el 15%. El resto se repartió entre otros 8
partidos de todo el espectro ideológico y varios dirigentes sin afiliación
partidaria. Mucho desbalance: el ancho de espadas, el de basto y el 7 para uno
solo.
Unos meses después, Dilma
quiso compensar ese error inicial. Barajó de nuevo y los principales socios
quedaron más parejos: 29% de los ministerios para el PT y 22% para el PMDB. No
alcanzó. Un socio mal pago desde el principio siempre anda con ganas de irse,
más aún en una larga relación de 14 años.
Las
coaliciones programáticas
Pero no siempre las
coaliciones terminan en crisis. Las experiencias en Chile y Uruguay se
inscriben en un modelo de gestión de la coalición centrado más en las
afinidades programáticas que en la distribución de recursos públicos.
Sí, la Concertación/Nueva
Mayoría (Chile) y el Frente Amplio (Uruguay) atravesaron momentos tensos en la
convivencia. Pero nunca terminaron en tribunales.
Ambos casos muestran dos elementos centrales para gobernar una coalición. En primer lugar, el reparto de carteras ministeriales fue más balanceado entre los socios y menos concentrado en un solo actor.
Respecto a este punto, Peter
Siavelis indica que los partidos se agrupan al interior de las
coaliciones en base a su cercanía ideológica. La Concertación y el Frente Amplio
tienen en su interior sub-acuerdos entre dos grandes grupos de partidos: uno
más cercano al centro y otro más cercano a la izquierda. Esto genera una
instancia más de coordinación en su interior para procesar conflictos internos:
lo que el sub-acuerdo no resuelve lo hace la coalición en su conjunto. Todos
contentos, la mayor parte del tiempo.
En segundo lugar, las reglas
internas que regulan la relación entre socios son prestablecidas, acordadas y
consensuadas por todos los miembros. Estas normas internas son pautas de
convivencia para gobernar juntos: un código grabado en el ADN de cada coalición
que procesa las disputas de poder y les imprime estabilidad temporal.
¿El resultado? Positivo. Los
20 años de gobierno de la Concertación solo se vieron interrumpidos por un
mandato de Sebastián Piñeira (Coalición por el Cambio) para luego retornar como
Nueva Mayoría. El Frente Amplio ya lleva 11 años y contando.
No
todo está perdido
No, claro que no. La
combinación de crisis fiscal y económica con socios descontentos en una
coalición que se sostiene mayormente con recursos públicos es un caldo de
cultivo que siempre puede explotar. Y lo hizo el domingo pasado.
Fue uno más de tantos
intentos. Chasquetti también
encontró informes que muestran que desde principios de los ’90 se
presentaron un total de 61 pedidos de juicio políticos a presidentes
brasileños. Sólo uno de ellos entró, el
fin de semana pasada.
Brasil es el hermano mayor
sudamericano, pero no es el único sudamericano. Tal como demuestra Adrián Albala en un
artículo próximo a publicarse, las coaliciones de gobierno en la región son más
fuertes cuando los socios tienen un precedente electoral de convivencia
conjunta. Esos acuerdos, cuando se sustentan en reglas comunes y aceptadas, son
duraderos y mejoran la toma de decisiones.
El gigante se despertó.
Revolvió la región. Pero esta vez tiene que aprender de sus hermanos menores.
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