Cerramos el año. Pero no lo
dimos por terminado. Ahora 2/3 de la ciudad y (casi) una proporción similar de
amantes de la Política (con P) están entre sombrillas, lonas, mates, churros y
la pelota que se va al agua y no vuelve. Para ellos, dedicado este posteo. Así
no se llenan de arena.
El año cerró con un balance
amargo para algunos. La economía sigue media a los tumbos. El Gobierno logró
capear algunas tormentas, con aciertos y desaciertos. Todos tienen fe. Pero medio que se corta la
paciencia. En ese clima espeso, los amigos de Bastión Digital nos invitaron a varios
divulgadores de ideas (sic) a tirotearnos con la aldea de alta intensidad que
es el análisis político online. Como Leviatán charla seguido con Doña Rosa, qué
mejor que describir un poco cómo funcionó el primer año de gobierno de la
coalición de gobierno Cambiemos.
Sí, tomamos postura. Tomá
mate. Lo que sigue, la yerba.
El
primero de la coalición Cambiemos
Las coaliciones también rinden
exámenes. No tiene que extrañar: son estudiantes del pasaje de su estado
electoral al estado de gobierno. La diferencia con el aprendiz tradicional
radica en que no tienen manuales, ni textos, ni clases personalizadas,
solamente la prueba y el error, los aciertos y los desaciertos. Esto les aporta
un determinado funcionamiento, una dinámica propia.
Y Cambiemos no le escapa a la
fecha de finales. En su primer año, la interacción entre sus socios nos brinda
algunas pautas y regularidades que vale la pena destacar. Acá me concentro en
lanzarlas al debate y plantar postura: Cambiemos es una coalición de gobierno y
tiene su funcionamiento particular.
A continuación sus cinco
características más relevantes.
1.
La distribución de funciones. Hace algunos meses publicamos
junto a Lara Goyburu y Fernando Belotti en Ideas La Nación un
primer acercamiento a qué tipo de coalición representaba Cambiemos (acá el
original). En concreto planteamos que, siguiendo el esquema tradicional de
puesta en marcha de una política pública, entre PRO, UCR y CC-ARI se reparten
las etapas. Mientras que el primero concentra las decisiones, los dos segundos
operan como escudo legislativo. La UCR, adicionalmente, aporta un importante
control del territorio a nivel municipal.
Cada partido tiene una función
asignada dentro de la coalición. Y los datos acompañan esta presunción. En el
siguiente gráfico se puede observar la distribución de carteras ministeriales,
de bancas en el Congreso Nacional y de intendencias.
Gráfico
N° 1. Distribución de cargos en Cambiemos: gabinete nacional,
Congreso Nacional e intendencias.
2.
El pivot es Macri. Es cierto: todas las coaliciones de gobierno
tienen distintas dimensiones o niveles de funcionamiento. Pero la más
marketinera, la que más despierta el interés periodístico y popular tuitero diario, es el nivel del
Ejecutivo Nacional. El gabinete presidencial concentra la atención (y la
tensión) política y así ocurrió durante todo el primer año de examen.
Dos elementos le aportan su
dinámica propia. El primero: Mauricio Macri funciona como un pivot en las
relaciones con los ministros, en el proceso de toma de decisiones y en la
resolución de los conflictos internos. No, no tiene la altura de Tim Duncan. Solamente
ocupa el centro de un esquema radial de vínculos con los responsables de
formular las políticas públicas: desde allí marca el rumbo, evalúa los aciertos
y desaciertos, y resuelve los roces. Un Google Calendar cargado.
El segundo: el Jefe de
Gabinete Nacional escapa un poco a esta coordinación. Marcos Peña prefiere
concentrar la comunicación del gobierno, tanto la explicación de las decisiones
adoptadas como enfrentarse a los críticos micrófonos en momentos de crisis. Si
la Jefatura de Gabinete fue pensada como una rueda de auxilio presidencial en
distintas tareas, en lo que refiere al control y el seguimiento de la gestión entran
en juego sus segundas líneas: Gustavo Lopetegui y Mario
Quintana. Son ellos dos los que asisten al pivot en el centro de la llave.
3.
Path dependence, o el antecedente de
la CABA. Los puntos enumerados anteriormente no son nuevos. Al
lector sorprendido, debo decirle que esta tradición de funcionamiento viene de
los dos primeros gobiernos del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para
los desmemoriados, PRO nació como una coalición electoral de radicales,
peronistas, demócratas cristianos, ex Recrear e independientes.
Y así gobernó ambos mandatos
desde 2007, al menos hasta su institucionalización como partido político. Cada
uno de los subsectores integrantes del espacio tenía asignada un área
específica de intervención. A grandes rasgos, cultura para los radicales,
educación para los herederos de Recrear, y el mantenimiento del espacio público
y los vínculos con otros actores políticos para el peronismo. La mayoría y más
relevantes de las áreas quedaron en manos de los nuevos ingresantes a la
política: coordinación de gestión, recaudación y administración de fondos,
salud, desarrollo social y gestión de obras públicas en manos de PRO puros. En
este esquema, Macri también funcionaba como pivot central, pero con fuerte
intervención de Horacio Rodríguez Larreta (Jefe de Gabinete).
Hoy, no hay nada nuevo bajo el
sol macrista.
4.
Desgastes legislativos. Como todo gobierno minoritario
latinoamericano, el terror de Linz está
a la vuelta de la esquina. Durante todo el primer año Cambiemos contó
únicamente con el 34% de la Cámara de Diputados y tan solo el 22% del Senado.
Para llegar al final, tuvo que lograr dos tareas fundamentales.
La primera fue lograr mantener
un interbloque que funcione. En criollo, evitar que se rompa y vuele por los
aires. Para ello, resultó fundamental el rol de contención del bloque radical y
la buena convivencia con sus pares del PRO y la CC-ARI. La segunda fue la
ampliación “a pedido”: para votar las propuestas legislativas del Gobierno
Nacional, los líderes legislativos de Cambiemos debieron recurrir al apoyo
ad-hoc de bloques peronistas no kirchneristas. Los ganadores de la rifa fueron,
en su mayoría, el Bloque Justicialista de Diego Bossio y Una Nación Avanzada,
de Sergio Massa.
El balance no es negativo:
para un gobierno minoritario, alcanzar poco más del 43% de tasa de aprobación
en ambas cámaras de los proyectos presentados es digno de destacar (acá y acá los
datos). Salvo los porrazos de ganancias y de la reforma política, la
supervivencia legislativa está aprobada. Aunque con desgastes. El año que viene,
electoral, puede cambiar la dinámica.
5.
El miedo federal. Si el Congreso Nacional funciona con los
radicales, el federalismo argentino lo hace con los peronistas. El Ejecutivo
Nacional buscó un vínculo de gestión con los gobernadores sin apoyarse en la
caja impositiva como instrumento de presión, independientemente de su
pertenencia partidaria. También movido por el status minoritario: los gobiernos
provinciales (17 de 24) y municipales son en su mayoría peronistas. Y este fue
el principal foco de conflicto entre PRO y UCR al interior de la coalición de
gobierno.
¿Por qué? Porque los fondos
federales son clave para las gestiones provinciales. Las transferencias
directas y los acuerdos por obras de infraestructura hacen crecer las popularidades
locales. Las gestiones ganan elecciones. Y fortalecen los rivales electorales,
tanto a nivel provincial como municipal.
El choque entre la experiencia
pasada radical y las nuevas fórmulas políticas del PRO fue motivo de molestia
interna. La cuenta no es complicada. Favorecer con recursos públicos a aliados
en la gestión pero competidores en la arena electoral puede no ser la mejor
estrategia antes de una elección de mitad de mandato. Más aún con los status
minoritarios mencionados anteriormente. De allí que Cambiemos deba redefinir el
tipo de relación que mantiene con los gobernadores e intendentes, en base a lo
aprendido en el primer año de la carrera.
Para evitar que el miedo se
vuelva pesadilla (electoral). Y que el segundo año logre más promociones y
menos finales.
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