Hace rato que no subía nada a este espacio virtual de ensalada política. No por vagancia, sino por falta de tiempo. La producción nerd se concentra actual y mayormente en esta creación, que cumplió 1 año hace poco y que me entusiasma mucho. Hoy retorno con una nota corta que salió el sábado 30 de abril en el newsletter latinoamericano semanal de IDEA International. Pueden ver el original acá. Con datos de Latinobarómetro y a partir de un trabajo que comenzamos hace un tiempo con Fundación Directorio Legislativo, me metí a ver en detalle qué tanto valoran los latinoamericanos a sus propios partidos políticos. La respuesta no es buena y los efectos tampoco. Gracias Daniel Zovatto y Nicolás Liendo por el espacio y la invitación.
Zoom
electoral: Cáscaras en vez de partidos
Los partidos políticos cumplen
tres funciones centrales en las democracias contemporáneas. La función
social de estructurar y articular intereses sociales. La función
política de construir un mensaje, valores e ideología desde esa defensa,
además de seleccionar al “personal político”. Y la función de gobierno
de ejercer el poder, tomar decisiones y ser, en definitiva, el gobierno. Esto
los convierte en instituciones fundamentales para el funcionamiento de una
democracia en tanto son vehículos de la representación política. Con esta
centralidad vital, ¿en qué estado se encuentran hoy en día los partidos
políticos latinoamericanos? Ciudadanos y ciudadanas dicen que los actores de la
política de hoy son cáscaras, no partidos.
Coincido
con Yanina Welp en que sin ellos no se puede, pero con estos
no alcanza: a pesar de que se sostienen, están socavando sus propias funciones.
Esto es algo que se puede ver con profundidad en los datos de la encuesta de Latinobarómetro. Es
una herramienta interesante para evaluar la percepción ciudadana en la región a
partir de preguntas cerradas que se vienen realizando desde 1995 en adelante.
Esto permite hacer comparaciones año a año entre países dado que muchas de las
preguntas se mantienen en el tiempo. La referida a confianza en los partidos
políticos tiene 4 categorías de respuesta (mucha, algo, poca o nada de
confianza). Para este artículo, las agrupé en 2: confianza (más bien + algo) o
no confianza (no muy + nada).
Los partidos políticos, en
picada
En un informe
publicado hace unos meses con la Fundación Directorio
Legislativo encontramos que, según los datos publicados el
año pasado, hay un fenómeno generalizado en América Latina que retrotrae a
circunstancias preocupantes de la historia reciente de la región: una crisis de
confianza extendida y compartida. Nuestros partidos no escapan a esta acérrima
crítica, sino que se encuentran en el ojo de esa tormenta.
En el siguiente gráfico se
puede la evolución temporal de la confianza en los partidos políticos
latinoamericanas desagregado por cada país entre los años 1995 (primera oleada
de Latinobarómetro) y 2020 (la última realizada).
La cadena representativa en
crisis
En paralelo a esta falta de
confianza en los actores partidarios, se replica también una falta de confianza
en las instituciones de gobierno. Es particularmente importante analizar qué
ocurre con los congresos latinoamericanos, los órganos responsables de
sancionar las leyes pero, al mismo tiempo, de ser la voz de la ciudadanía en el
debate público. El siguiente gráfico muestra la evolución simultánea de la
confianza tanto en los congresos de América Latina como en los partidos
políticos. Cada punto representa cada uno de los países analizados en un año
específico de 1995 a 2020.
Tal como se puede observar, la evolución es simultánea, similar y en la misma dirección. Si la confianza en los partidos políticos sube, entonces ocurre lo mismo con el congreso. Si la primera cae, entonces la segunda también. Actores partidarios y órganos legislativos van de la mano a la hora de tomar decisiones y a la hora de representar políticamente las distintas posturas de una sociedad. La crisis, entonces, es conjunta y compartida. La desconfianza se reproduce.
De esta manera, esta sensación
generalizada afecta tanto a las instituciones de gobierno (en este análisis, el
poder legislativo) como a los actores políticos encargados de tomar las
múltiples decisiones que impactan en nuestra vida cotidiana. En este escenario,
es posible que ya estemos entrando en un nuevo ciclo de desconfianza ciudadana
y crisis estructural, ambas dimensiones que se retroalimentan mutuamente. Si
esta tendencia se consolida en el tiempo, y no se revierte o corrige en el
corto y mediano plazo, las consecuencias para la estabilidad política y social
pueden ser muy negativas.
El futuro inmediato para
América Latina
Frente a este escenario, la
salida que han encontrado numerosos países en años recientes ha sido la
reestructuración de sus sistemas partidarios, a partir de la caída de los
actores más tradicionales, y el surgimiento de nuevos partidos políticos y
movimientos. Nuevas demandas sociales demandaron nuevos vínculos
representativos. A pesar del fuerte movimiento de esas placas tectónicas, la
democracia se sostuvo en la región como the best game in town. Las
instituciones hicieron su trabajo. Y lo hicieron bien.
Sin embargo, los nuevos
actores partidarios que surgieron no han logrado revertir el avance de la
desconfianza. Pedro Castillo en Perú emergió como una novedad con cambio, y
entró nuevamente en la inestabilidad crónica del sistema político que vino a
corregir, sin frenar el desencanto. Nayib Bukele llegó para cambiar las bases
políticas de El Salvador, pero a partir de la concentración del poder y del
debilitamiento democrático, similar a lo ocurrido con Jair Bolsonaro en Brasil
y con el chavismo en Venezuela. Andrés Manuel López Obrador, si bien no alcanza
niveles similares, también enfrenta resistencia por su estilo de gobierno. Situación
de rechazo que también vive Gabriel Boric en Chile, a tan solo un mes de haber
asumido. Si la desconfianza in crescendo dio pie a esas nuevas
experiencias políticas, entonces la salida a la crisis representativa no
revirtió sus efectos negativos en el corto y mediano plazo.
La consolidación democrática,
la estabilidad institucional y la efectiva representación de los intereses
sociales se logra con organizaciones partidarias sólidas, estables y cercanas. Los
partidos, hoy, carecen de contenido. Están vacíos. Esto es algo que ya hemos
vivido. La historia se repite. Que esta vez no sea como tragedia ni como farsa.
Por Facundo Cruz
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