La segunda nota pandémica fue
sobre la disciplina nerd. A pedido de la universidad quisimos reflexionar sobre
qué hacemos nosotros. Acá
ya se pelotearon ideas al respecto, también acá
y acá.
Este tándem politológico se metió
con nuestra profesión: las salidas, las entradas y las posibilidades. Porque si
algo no nos falta es innovación. Publicada
en la web oficial. Salió un debate piola con su difusión.
Un
politólogo en medio de una cuarentena
Facundo
Cruz
Coordinador
Académico de la Lic. en Gobierno y Relaciones Internacionales
Gastón
Pérez Alfaro
Docente
Funcional Departamento de Gobierno
Un politólogo es un apasionado,
de eso no cabe duda. Piensa en política todo el día, todo el tiempo. Pero tiene
una dificultad y es explicar qué hace y para qué. Cuando queremos aclararlo
dejamos a la mayoría en un gris. Nos escuchan con atención, pero no siempre nos
siguen. Nos tratan de entender, pero no siempre comprenden. Tratan de
imaginarse nuestra diaria, pero no siempre lo logran.
Acá venimos a decirles que un
politólogo también es útil. Y podemos serlo en medio de una crisis. ¿Qué mejor
momento para idear la salida a esta situación que aprendiendo de otros países?
¿Alguien empezó a pensar en la reconstrucción post pandemia? Si esto ya pasó
antes en la historia, ¿qué aprendimos para mejorar hoy? Un politólogo puede
tener respuestas a todas esas preguntas, y más.
Entonces: ¿a qué nos
dedicamos? Podemos sintetizar nuestra profesión en tres grandes tareas agrupadas
en cuatro grandes áreas profesionales: analizamos, describimos y explicamos; diseñamos
e implementamos; discutimos, evaluamos y mejoramos. Esto lo hacemos todos los
días, todo el tiempo. La actual pandemia mundial nos sirve como crisis
disparadora. Igual, preocúpese: también somos útiles en tiempos de estabilidad.
Gran parte de nuestra
formación universitaria y de posgrado nos entrena en detectar problemas, identificar variables
que intervienen, describir procesos complejos, analizar actores y llegar a
conclusiones sobre posibles escenarios. No, no predecimos, pero sí nos
concentramos en desarrollar las mejores herramientas y estrategias para repetir
ese proceso metódico una y otra vez para incidir en la realidad. A la larga,
eso es hacer ciencia.
La dificultad que tenemos es
que nos enfrentamos a un desafío que otras disciplinas no tienen: estudiamos el
poder, sus usos y resultados. Y el poder depende de personas. Aprendemos con
eventos, sucesos y fenómenos que están en constante cambio. No la tenemos
fácil.
Estas tareas son cotidianas
para aquellos colegas que eligen la investigación académica y la docencia, la
primer gran área de especialización profesional. Pero no se quedan ahí: es la
base para la segunda y tercer área, la del trabajo en el sector público y
privado. Si, podemos trabajar tanto en el Estado como en las empresas. Ambos
son espacios de toma de decisiones e intervención en la realidad cotidiana. Para
lograr márgenes de eficiencia y eficacia, se necesita de información valiosa,
procesada, con identificación de factores clave y de actores relevantes. Y, aun
así, puede fallar con un Cisne Negro o con un virus incoloro.
Todos los gobiernos siguen un
procedimiento a la hora de implementar medidas. La evaluación de la
factibilidad en la toma de decisiones resulta clave para que presidentes,
ministros y legisladores mantengan niveles de aprobación y apoyo ciudadano altos.
Implementar políticas a bajo costo, le dicen en las casas de gobierno. Hoy en
día es una máxima de supervivencia: la totalidad de los gobiernos del mundo
están realizando este ejercicio diario para enfrentar la actual pandemia
mundial de Covid-19. La mayoría mira a sus vecinos cercanos o lejanos para ver
qué tal les fue. Eso es comparar, y lo podemos hacer muy bien.
Lo mismo ocurre con el sector
privado, cualquiera sea su rubro. Si la rentabilidad, las inversiones y la
facturación son principios rectores, entonces necesitan información política
procesada. La mayoría de los actores privados ven crujir las tensiones en sus directorios
al ponderar los escenarios futuros que enfrenta cada actividad productiva. Acá tendemos
puentes: podemos facilitar la interacción entre el sector público y privado,
teniendo siempre en cuenta el contexto global, regional y nacional. Eso también
se los podemos dar.
Una cuarta área puede
agruparse en torno al denominado tercer sector: las ONG, fundaciones y
asociaciones no lucrativas. Diferenciadas del sector privado y del público,
esta amalgama de organizaciones vela por el desempeño de ambos. ¿Quién diría
que acá también podemos aportar? En estos espacios nos especializamos en
entender experiencias en otras partes del mundo, en pensar las posibilidades de
aplicación en nuestras localidades, provincias y países, y en hacer
recomendaciones para el correcto desempeño de Estados y empresas. Podemos, en
definitiva, diagnosticar, evaluar y sugerir oportunidades de mejora. La
comparación sigue siendo nuestro ariete.
Si, las crisis también son
oportunidades. La actual nos ayuda a pensarnos profesionalmente. Los
politólogos y las politólogas tenemos aportes para hacer. Tal vez desde los
márgenes del mercado, pero sabiendo que la versatilidad y la capacidad de
adaptarnos nos posiciona en el mundo.
Si, tenemos para decir y hacer. Mucho.
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