14 agosto 2020

Argentina también tiene sus primarias

La linda nota que salió en Cenital y la repercusión que generó me conectaron con Agenda Pública y con su principal motor, Yanina Welp (¡gracias!). Me invitó a reflexionar sobre el sistema de primarias en Argentina y la diferencia con otros en otros países. Claro que la defensa se mantuvo: sigo creyendo que es eso o implosionar todo de vuelta. El corset con alambre de las PASO ayudó a cimentar la estabilidad del sistema actual. Lo bueno de esta segunda nota fue su resultado: se generó un interesante debate con Sebastián Linares (me sentí como en un Intratables virtual tuitero). Acá la nota original publicada.

Argentina también tiene sus primarias

Facundo Cruz (@facucruz)

Politólogo, profesor e investigador universitario

Autor de “Socios pero no tanto” (Editorial Eudeba)

La discusión sobre la democratización de los sistemas políticos es una constante en el mundo actual. Hemos sido testigo en las últimas décadas de importantes procesos de apertura en la selección de candidatos a cargos públicos. Uruguay adoptó, a partir de la reforma constitucional de 1997, un sistema de primarias para elegir candidatos presidenciales. Chile ha hecho lo propio en 2017, con su primera implementación en las últimas elecciones generales. Estados Unidos ya tiene una tradición en el área, aplicando estos mecanismos para elegir candidatos legislativos, a gobernador y también para presidente.

En Argentina no hemos marcado tendencia, pero sí innovación. La reforma política aprobada en el año 2009 ha sumado al país a la ola democratizadora en lo que a definición de candidaturas se refiere. Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) han sido la herramienta adoptada, con características únicas en el mundo. Cada sigla del sistema indica un componente propio.

Por primaria, como anticipé, se entiende una instancia previa a la elección general: hay un momento en donde los ciudadanos eligen quiénes van a competir por los cargos y quiénes tienen que esperar (o buscar otro lugar). Como son abiertas, todos los electores habilitados para sufragar en una elección pueden votar en las primarias, independientemente de si están o no afiliados a algún partido político específico. Este proceso es simultáneo para todos los actores políticos: en un mismo día todos coinciden en la definición de sus candidatos. Y es obligatorio tanto para los partidos o coaliciones que quieren competir en la elección general (quien no va a la primaria no puede competir después) como para los ciudadanos (votar es un derecho y una obligación). Esto difiere de Chile (solo van a primarias quienes no acuerdan lista de unidad) y de Uruguay (son obligatorias solo para los partidos y coaliciones, no para los electores).

Nace una idea, se resuelve un problema

El momento en el cual se adoptan las PASO no es menor. Desde el retorno a la democracia en 1983, Argentina se caracterizó por un sistema bipartidista dominado por el Partido Justicialista (PJ) y la Unión Cívica Radical (UCR). Entrando en la década del ’90 el crecimiento de algunos partidos provinciales y otros de corte metropolitano amenazaron el predominio de los tradicionales. Lo cual fue transitoriamente moderado a finales de la década, cuando la UCR conformó una coalición con uno de éstos últimos, el FREPASO: se llamó la Alianza. La caída de su presidente Fernando De La Rúa en el año 2001 dio rienda suelta a las tendencias fragmentarias del sistema. Los partidos, valga la redundancia, se partieron. La competencia política en cada una de las 24 provincias se construyó como propia y particular, dificultando la construcción de coaliciones electorales nacionales sólidas, estables y homogéneas. Este momento duró hasta, aproximadamente, el año 2007-2009.

De los dos partidos tradicionales, los más afectados por la crisis fueron los dirigentes de la UCR, que vieron mermar estructura, dirigentes y militantes por izquierda y por derecha. Sin embargo, el PJ no se quedó muy entero que digamos: las facciones internas se animaron a presentarse por fuera del partido, llegando a disputar el liderazgo nacional de Néstor Kirchner, presidente entre 2003 y 2007, y titular del partido luego de dejar la Casa Rosada en manos de Cristina Fernández.

Con las elecciones legislativas de mitad de mandato en 2009 se encontró el argumento central. La derrota del PJ oficial a manos de una coalición de peronistas disidentes, líderes metropolitanos sin estructura nacional y aliados locales plantó la idea: era necesario tener a todos adentro para evitar una derrota en el 2011. El trabajo conjunto de la Jefatura de Gabinete de Ministros y del Ministerio del Interior alentó un proceso de discusión que sumó a la mayoría de las fuerzas políticas nacionales y distritales. El proyecto finalmente fue aprobado en diciembre del 2009 (136 votos a 99 en la Cámara de Diputados, y 42 a 24 en el Senado).

Así nacieron las PASO: una forma de incentivar a todos los dirigentes a quedarse dentro de sus partidos y coaliciones a jugar por adentro. Que la tentación de irse por afuera no sea alta.

Algunos particularidades adicionales

Además de adoptar las primarias, la reforma política del 2009 sumó dos elementos más. En primer lugar, un mínimo de 1,5% de los votos válidos emitidos (positivos y en blanco) necesarios para pasar el filtro y lograr competir en las elecciones generales. Esto aplica tanto para la competencia presidencial (en distrito único) como para diputados y senadores nacionales (en cada uno de los 24 distritos). Para las pocas provincias grandes y metropolitanas el piso es bajo, pero para las chicas y rurales es más bien alto. Con esto se buscó reducir la cantidad de listas para distintos cargos, homogeneizar la oferta electoral, y garantizar la equitativa y eficiente asignación de recursos públicos para el sostenimiento de los partidos políticos.

En segundo lugar, la elección interna de la fórmula presidencial completa. En este sentido, los partidos y coaliciones que compiten por el Sillón de Rivadavia deben presentar la boleta entera. A diferencia de Uruguay, donde quien gana la competencia tiene 72 hs. para elegir a quién será su vicepresidente. Este dispositivo suele alentar la disputa y solidificar los acuerdos internos de cara a las generales. En Argentina fuimos el todo por el todo. Como en el fútbol.

¿Se usan?

Si, y bastante. Aunque el clamor popular argumente que la herramienta no es útil, en estos 8 años los actores han aprendido con la práctica. En lo que respecta a la competencia para presidente y vice, en 2011 y en este 2019 no ha habido (ni habrá) competencia interna por el cargo: todas las fórmulas han sido consensuadas. En 2015 tres coaliciones electorales las utilizaron para dirimir candidaturas y solidificar los acuerdos informales: Cambiemos, Unidos por una Nueva Alternativa y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT). Los dos segundo se quedaron el camino: la primera ganó y actualmente gobierna.

En lo que respecta a la competencia legislativa el balance es positivo. La actual coalición de gobierno Cambiemos (que une a la UCR, el PRO y otros partidos menores) recurrió a ellas en 14 provincias en el 2015 y en 11 en 2017. Para estas elecciones 2019, bajo el nombre de Juntos por el Cambio, lo hará en 13. El PJ (bajo distintas denominaciones) lo hizo en 3 distritos en 2015, en 13 en el 2017 y en 7 para este año. De hecho, para el próximo turno electoral, en 17 de 24 provincias habrá competencia por una de las categorías legislativas y en, al menos, una coalición. Solo la provincia de Río Negro no tendrá internas de ningún tipo. Dada la condición de obligatoriedad, las elecciones se deben celebrar igual.

Y ahí está la discusión. Una cuestión a comprender es la posibilidad que ofrecen las PASO. Están dadas las condiciones y las reglas para competir. Si no se recurre a ellas, no por eso la regla no es útil. En todo caso, es posible que esta instancia previa funcione como incentivo para los dirigentes a consensuar candidaturas comunes, a jugar juntos. Esto aún tenemos que testearlo, pero es una hipótesis posible.

¿Sirven?

Sus efectos no han sido testeados a gran escala, pero sí podemos hablar de algunas intuiciones personales sobre qué generan las PASO en la competencia electoral. Primero, cabe destacar que hay una ventaja de los oficialismos a la hora de concurrir a internas. Sean listas de consenso o se genere competencia entre socios, la cantidad de votantes a favor de las candidaturas oficialistas crece entre las primarias y la elección general. Esto puede comprobarse en las elecciones legislativas del año 2013 y 2017. Nuevos votantes concurren a las urnas y se vuelcan a favor de los representantes avalados por el gobierno. Comportamiento estratégico, parece.

Segundo, la reforma política del año 2009 promovió la unión de estructuras reacias entre sí. Logró consolidar coaliciones electorales que, de otra manera, no se hubieran juntado para competir en elecciones: los casos del FIT y de Cambiemos son testigos de ello. Adicionalmente, promovió la equidad en la competencia, filtró a los partidos políticos poco relevantes y sentó las bases para la renovación dirigencial. La democratización de los tomadores de decisiones, tan reclamada por la ciudadanía, comenzó a vislumbrarse. A nivel local y distrital, pero en el mediano plazo también a nivel nacional.

No nos corrimos del mundo, nos subimos a la ola. Adoptamos un sistema. Y nos estamos acomodando a su funcionamiento. Las reglas electorales son útiles cuando se sostienen. Pero, sobre todo, cuando sus propios actores creen en ellas. Solo así podrán lograr los efectos esperados. A la larga, estamos eligiendo quienes deciden por nosotros.

Y eso no es poco. Es mucho. 

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