A
veces las ideas me van dando vueltas en la cabeza. Se quedan, maridan, se
mezclan, toman forma. Otras veces las ideas quedan pululando de notas anteriores
que me dejaron gusto a poco. No porque las notas hayan quedado truncas, malas o
flojas, sino porque el espacio no te permite volcar todo. Economía de escala,
le dicen. Redes sociales y ansiedad, también. Este caso es de las segundas
veces: la
nota publicada en La Vanguardia me dejó picando el escenario electoral
argentino de 2019. Así, otro compañerocamarada, Mariano Schuster, me abrió las
puertas para soltar ideas en un hermoso espacio como es NUSO (Nueva Sociedad). Acá
les dejo el link. Dejo también el título original porque me gusta más que el publicado (no se ofenda, señor editor).
Camino
al octubre argentino
El largo partido que comenzó a
jugarse a comienzos de este año con las elecciones internas en la Provincia de
La Pampa tuvo su entretiempo el fin de semana pasado. Ya se definieron las
candidaturas y la conformación de las coaliciones electorales que competirán
por los cargos nacionales, primero en las primarias de agosto, posteriormente
en las generales de octubre y, probablemente, en el ballotage presidencial de
noviembre. Ahora comienza el segundo tiempo.
En esta larga carrera, los dos
principales competidores ya tomaron forma. De un lado, el gobierno nacional de
Cambiemos buscará retener la Casa Rosada. Para eso, apeló a reconfigurar su
estructura interna, sumando aliados y conteniendo a los propios. Hasta retocó
su estética: Juntos por el Cambio es el nuevo sello. Del otro lado, el Peronismo,
ese movimiento amplio y heterogéneo que todo lo abarca, intentó (y logró)
unificar la mayoría de sus corrientes internas en el Frente de Todos. Vuelta al
ruedo: Mauricio Macri vs Cristina Fernández de Kirchner. Más relegado quedaron
otras alternativas, como Consenso Federal (coalición entre partidos
progresistas y peronistas disidentes), dos opciones de izquierda y algunas más
volcadas a la derecha.
Presentados los jugadores, el
proceso electoral de este año no arrancó el fin de semana pasado sino más
temprano. El primer punto a destacar fue el desdoblamiento de las elecciones
provinciales respecto de la disputa por los cargos nacionales. También hay que
resaltar la dinámica de competencia que, aparentemente, caracterizará a los
principales competidores por la Presidencia de la Nación. Por último, hablar un
poco de las reglas del partido.
El
primer tiempo
Argentina se caracteriza por
un federalismo electoral muy marcado: los 24 distritos que componen el país
definen sus propias reglas electorales y, en particular, la fecha en la que
convocan a comicios provinciales. Los gobernadores en ejercicio tienen la
posibilidad de separarse o unirse a las elecciones nacionales. Esta herramienta
estratégica resulta muy útil en aquellos casos donde privilegian campañas
electorales estrictamente locales, o bien tratan de que la discusión nacional
no incida en las candidaturas provinciales o en el resultado electoral.
Salvo Santiago del Estero y
Corrientes (provincias que tienen un calendario de renovación de autoridades
desfasado), de 22 distritos solamente 5 pegaron sus elecciones provinciales a
la nacional: Ciudad y Provincia de Buenos Aires, Catamarca, La Rioja y Santa
Cruz. De las 17 restantes, 14 ya eligieron y arrojaron un resultado algo amargo
para Cambiemos: en 10 ganaron la gobernación distintos frentes dominadas por el
Partido Justicialista (PJ), en 3 coaliciones de partidos provinciales y en tan
solo 1 un aliado propio (la Unión Cívica Radical).
No es la mejor forma de
preparar el segundo tiempo. Esta oleada de derrotas para el oficialismo
nacional anticipó un escenario de mayor paridad para la competencia nacional de
este año, revirtiendo el presagio que arrojaron las elecciones del año 2017
donde la
marea amarilla aparentaba convertirse en hegemónica. De
hecho, solo se espera que Cambiemos repita victoria en Ciudad de Buenos Aires y
Mendoza. Provincia de Buenos Aires y Santa Cruz estarán peleadas hasta el
minuto final. Y menos suerte tendrá en Catamarca y La Rioja, donde los
oficialismos peronistas fuertes apostarán todo a mantenerse.
Dónde
y cómo se pelea el partido
Lo que si parece que cambiará
un poco es la dinámica competitiva que ha caracterizado históricamente a la
Argentina. Al menos, para estas elecciones 2019. Desde mediados del Siglo XX la
disputa política se ha construido en torno al eje Peronismo – Antiperonismo. O
bien, para simplificarlo, entre oficialistas y opositores. Hemos sido reacios a
asimilar el tradicional izquierda – derecha como continuo desde el cual se
posicionan los partidos políticos y los electores votan. Principalmente debido
a que nuestros actores, el Peronismo y el Radicalismo, han incluido en su
interior corrientes conservadores y progresistas al mismo tiempo.
Este año parece ser la
excepción, más no necesariamente será la nueva regla. Gran parte de la pelea y
la discusión política electoral girará en torno a los efectos del programa
económico actual y los ajustes necesarios del futuro, a la ampliación y el reconocimiento
de los derechos de la mujer (como por ejemplo, la interrupción voluntaria del
embarazo), y a la intervención y el rol de las fuerzas de seguridad en
fenómenos complejos (narcotráficos, manifestaciones, fronteras, etc.). Discusiones
modernas y actuales en el mundo. Volvimos.
La salida de la lógica
Peronista – Antiperonismo ha sido motivada por un fenómeno que recuerda las
elecciones del año 2003: en las fórmulas presidenciales de las tres principales
coaliciones electorales hay al menos un dirigente del Peronismo. En el Frente
de Todos el binomio es puro: Alberto Fernández, ex Jefe de Gabinete de Néstor
Kirchner, y Cristina Fernández de Kirchner. En Juntos por el Cambio Mauricio
Macri sumó a Miguel Ángel Pichetto, eterno jefe del bloque de senadores
justicialistas en el Senado de la Nación. Mientras que en Consenso Federal Roberto
Lavagna, Ministro de Economía entre 2002 y 2005, se alió con Juan Manuel
Urtubey, reconocido Gobernador peronista de la Provincia de Salta.
La pesca
de sectores del Peronismo nos ha llevado a una actualidad
competitiva con dos características particulares. En primer lugar, que la
elección tendrá un alto nivel de polarización entre Juntos por el Cambio y el
Frente de Todos. Los gestos de ampliación política de ambas coaliciones no impedirán
que durante la campaña electoral se muestren los dientes. Ambas coaliciones carecen
de palabras bonitas entre ellos. Esto, sin dudas, les rinde electoralmente. Por
lo cual, a la hora de buscar a los votantes, difícilmente apelen a la
moderación: todo lo contrario. Acá el principal perjudicado será Consenso
Federal, que se quedó flaco de estructura territorial y con poco equipo para
hacerse un lugar en el medio.
En segundo lugar, cada actor
político tendrá su propia interpretación del eje izquierda – derecha. Juntos
por el Cambio está orientando su campaña hacia la discusión entre República y
populismo. Ser progresista implica defender las instituciones, mantener una
moral republicana y no apelar a recetas exitosas en el corto plazo para
preservar el largo plazo. Enfrente está el caos desordenado de los líderes
transitorios que malgastan recursos producidos con el esfuerzo. El Frente de
Todos, por su parte, se concentrará en una construcción más tradicional del
eje. El progreso se logra con trabajo, con ingresos acorde, una redistribución
más marcada y palpable, y con niveles de equidad mayores a los actuales. En la
otra vereda están las corporaciones, los medios hegemónicos y el financiamiento
internacional.
Ni en los términos de la
discusión se pueden poner de acuerdo.
Algunas
notas sobre las reglas de agosto y los tiempos que quedan
Por último, cabe destacar que,
además del federalismo electoral, Argentina tiene un sistema único de
definición de candidaturas que se llama Primarias Abiertas, Simultáneas y
Obligatorias (PASO). Por primaria se entiende una instancia previa a la
elección general: hay un momento en donde los ciudadanos eligen quiénes van a
competir por los cargos y quiénes tienen que esperar (o buscar otro lugar).
Como son abiertas, todos los electores habilitados para sufragar en una
elección pueden votar en las primarias, independientemente de si son o no
militantes de algún partido político específico. Este proceso es simultáneo
para todos los actores políticos: en un mismo día todos coinciden en la
definición de sus candidatos. Y es obligatorio tanto para los partidos o
coaliciones que quieren competir en la elección general (quien no va a la
primaria no puede competir después) como para los ciudadanos (votar es un
derecho y una obligación). Esto difiere de Chile (solo van a primarias quienes
no acuerdan lista de unidad) y de Uruguay (son obligatorias solo para los
partidos y coaliciones, no para los electores).
El mecanismo tiene su
particularidad adicional en lo que respecta a la fórmula presidencial: se
presentan tanto Presidente como Vicepresidente a competir, y el que gana pasa y
el que pierde que espere 4 años (otra diferencia más respecto de Uruguay). Para
estas elecciones 2019 todas las candidaturas al Sillón de Rivadavia han sido
consensuadas, siendo la segunda vez desde 2011 donde no habrá competencia
interna.
Esto ha llevado a que el
sistema sea cuestionado recientemente por el gasto público que implica su
organización. Sin embargo, al momento de escribir esta nota, se espera que en
varias provincias habrá internas para dirimir candidatos a legisladores
nacionales. Eso ocurrirá en 13 provincias para Juntos por el Cambio, cantidad
similar a 2015 (14) y 2017 (11). El Frente de Todos hará lo propio en 7, mayor
a 2015 cuando era Frente para la Victoria (3 provincias) pero menor a 2017 (13).
Consenso Federal tendrá competencia en 3 de los 12 distritos donde pudo
presentar listas: uno de ellos la Ciudad de Buenos Aires, central en su
construcción política. Las PASO se usarán, y para bien de sus dirigentes.
El balance de la herramienta
desde su implementación es positivo. Brindan
una posibilidad que existe en caso de que no haya consenso,
con un impacto favorable en el sistema político. Ha contribuido a reducir
la cantidad de candidatos post crisis del 2001 y ha impactado en un
comportamiento más
homogéneo del electorado en las distintas provincias. Los
actores se han ordenado. Y estas reglas han ayudado.
En todo caso, de acá a agosto-octubre
será largo el segundo tiempo. En las PASO cada equipo se medirá el aceite a sí
mismo y al de su rival. Tantearán el terreno. Convencerán a dubitativos y
mantendrán a los propios. Las primarias serán un buen termómetro de los apoyos
electorales de cada uno en cada rincón del país, y apostarán todo al final del
tiempo reglamentario en octubre. Ahí se distribuirán los cargos legislativos
(130 diputados y 24 senadores).
El alargue muy probablemente
será en noviembre. Donde el sucesor de Mauricio Macri será su segunda versión,
o bien la primera de Alberto Fernández.
Facundo Cruz (@facucruz). Politólogo, profesor e investigador universitario. Enamorado de las elecciones, los partidos políticos y las coaliciones. Autor de “Socios pero no tanto. Partidos y coaliciones en la Argentina, 2003-2015” (Eudeba). Edita su blog El Leviatán a Sueldo regularmente.
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