14 agosto 2020

Una defensa para las PASO

Si hablar de coaliciones es algo interno irresuelto, entonces hacerlo sobre las PASO argentinas es mental. El otro gran vicio que tengo. Disfruté mucho hacer distintos análisis del uso, resultado y aplicación de la herramienta que supimos construir (todos ellos publicados en este bello espacio leviatánico). Camino al octubre rojo, una defensa para las PASO (esta vez sin Perfumo). Debut en Cenital, gracias Ivan y Juano por el espacio. La nota dio pie a una ronda mediática (acá, acá, acá, acá y acá): había una fuerte campaña por darlas de baja y así ahorrar el costo de organización. Increíble, todo.

Una defensa para las PASO

Hace casi dos años me tomé la libertad de escribir una serie de notas sobre las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Nuestras queridas, vapuleadas y únicas PASO. Y, como ocurre cada bienio, cada vez que tenemos que concurrir al cuarto oscuro, el debate se activa. Con más o menos argumentos, con más o menos voracidad. ¿Sirven? ¿Se usan? ¿Valen la pena?

Si a todo y a cada una de esas preguntas. Y en estas líneas planteo una serie de claves para entender por qué. A las PASO no les alcanza solo con Perfumo: necesitan una defensa entera. Aguerrida, como la del ’66.

1. ¿Qué implica una primaria?

Cada una de las palabras que componen la sigla implica un regla que establece que deben hacer los partidos políticos, las coaliciones electorales y los ciudadanos. Por primaria se entiende una instancia a la elección general donde se dirimen los cargos públicos en juego: hay un momento en donde los electores deciden quiénes van a competir, quiénes tienen que esperar dos años más y quiénes tienen que buscar otro lugar en otro nivel (provincial o municipal).

No estamos solos en el mundo. Si bien nuestro sistema sí es único, la concurrencia a primarias son una práctica común en otros países. Estados Unidos ha construido una cultura en torno a la selección de candidaturas presidenciales, legislativas y a gobernador: hay debates, hay televisación, hay participación, hay involucramiento. Uruguay también ha recurrido a esta regla al reformar la constitución en el año 1996. En Chile ha sido una práctica común en la Concertación/Nueva Mayoría y en la Alianza. También rige un sistema para celebrar primarias desde el año 2012.

2. ¿Abiertas o cerradas?

El punto en cuestión radica en el grado de apertura que tenga el sistema: esto es, quiénes pueden elegir a los candidatos. Mientras más cerradas son más se restringe la participación a los miembros reconocidos de un partido o coalición. Pero mientras más se abre el proceso se habilita a una mayor participación de toda la ciudadanía. Las PASO son abiertas en tanto todos los electores habilitados para sufragar en una elección general pueden votar en las primarias, independientemente de si son o no militantes o afiliados de algún partido político específico.

Esto implica un mayor grado de democratización de la selección y la posibilidad de una renovación de quienes compiten por los cargos en juego. Más es mejor. Y eso es equidad en una democracia.

3. El principal embate: la simultaneidad y su obligatoriedad

Para reforzar el punto anterior, el proceso electoral es simultáneo para todos los actores políticos: en un mismo día todos coinciden en la definición de sus candidatos. Adicionalmente, es obligatorio para los partidos o coaliciones que quieren competir en la elección general: quien no va a la primaria no puede competir después. Mismo sistema que en Uruguay. También lo es para los ciudadanos: votar es un derecho y una obligación. Esta doble condición de obligatoriedad es lo que nos hace únicos en el mundo. Y, tal vez, el principal foco de conflicto público.

Tiene sus ventajas. Las dos últimas siglas del sistema buscan evitar que quienes participan activamente de un partido tengan incentivos para votar en la interna del rival de toda su vida y así incidir en la elección de un candidato menos competitivo para la general. Contaminación, le dicen.

Esto tal vez no se perciba cuando discutimos candidaturas nacionales que implican una gran cantidad de votos, recursos y posicionamiento público. Pero sí ocurre a nivel local, donde el electorado es más chico, la militancia política más reducida y todos nos conocemos mucho. Mientras más bajamos de nivel en el sistema político, más control pueden ejercer los dirigentes políticos sobre la selección de candidatos, el impacto en la movilización de militantes es mayor y es menos costoso implementarlo.

La simultaneidad y la doble obligatoriedad buscan impedir que estrategias malintencionadas impacten negativamente en el objetivo último que tienen las primarias: garantizar equidad y democracia. No es un tema menor: son quienes toman decisiones por nosotros.

4. Las PASO brindan una posibilidad

En otras palabras, son una herramienta que habilitan a que se diriman en elecciones las diferencias entre dirigentes, candidatos y estructuras partidarias dentro de un marco común aceptado de normas acordadas. Es la política regulada para lograr consensos. El sistema que tenemos de primarias habilita a que quienes desean competir por los cargos tengan una instancia previo de competencia interna y abierta, si es que no logran un acuerdo.

La posibilidad está. Pueden competir. Pero si a todos les cierra todo, entonces el sistema no falla. Al contrario. Genera las condiciones para evitar que se rompan los partidos y las coaliciones. Ir por afuera es una tentación en política. Más aún en Argentina: los requisitos para crear nuevos partidos políticos son más bien laxos. Ahí está el problema grave.

Las PASO traen a todos adentro. Reduce la cantidad de candidatos: ha contribuido a ordenar el sistema post caos 2001. También favorece un comportamiento más homogéneo del electorado en las distintas provincias. Aunque parezca académico, esto importa: incide en el Congreso Nacional. Donde se aprueban las leyes. Donde tienen que ponerse de acuerdo. Donde nos impacta a todos.

5. La discusión bizantina

Dichas las bondades, un comentario adicional. Discutir las PASO desde el gasto implica discutir el propio funcionamiento del Estado. Toda decisión pública implica un gasto del presupuesto. Descreer de la utilidad de una herramienta por el costo que genera es el olvido de que la democracia necesita de una inversión. No es un gasto sostener el sistema: es la base misma de la representación política. Y la mejora que implica su democratización.

Que no haya competencia interna en la categoría presidencial no implica que no se utilice para otros cargos o en otros niveles. Tampoco impacta si se usan para disputar candidaturas un año si, otro no, de vuelta sí y otra vez más o menos. Son una posibilidad, no una obligación. Que no se llene el calabozo de una comisaría un fin de semana no implica cerrarlo.

En todo caso, discutamos la norma, no sus fondos. Mejoremos el sistema. Sostengámoslo. Hagamos que funcione de manera más eficiente. Ajustemos lo necesario. No erradiquemos la regla cuando recién está comenzando a funcionar.

Por eso no alcanza con Perfumo. Que se sumen Albrecht, Marzolini, Ferreiro y Rattin. Ahí si, tal vez, podamos defender y ganar.

Facundo Cruz. Politólogo, profesor e investigador universitario. Enamorado de las elecciones, los partidos políticos y las coaliciones. Autor de “Socios pero no tanto. Partidos y coaliciones en la Argentina, 2003-2015” (Eudeba). 

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