En
esa cuestión irresuelta que llevo dentro de hablar de coaliciones todo el
tiempo me lancé a pensar las colectoras como un subtipo de acuerdos de ese
estilo. Si, medio raro. Son coaliciones a lo argento. Encima, pobres, cada 4
años les dan con un caño. Justo, encima, 2 meses antes de la salida de esta
nota el Gobierno Nacional había limitado su uso (acá un análisis).
Debut en el diario del pueblo, gracias Fabián Bosoer por el espacio. Acá ideas
tuiteras que dispararon la nota.
Las
colectoras también son coaliciones
Facundo Cruz
Politólogo
Coordinador Académico de
la Licenciatura en Gobierno y Relaciones Internacionales (UADE)
En la Argentina los partidos
políticos no pueden competir solos en elecciones. Hoy en día necesitan de
coaliciones. Argentina se ha fragmentado en diversas voluntades y los
escenarios de cada distrito son disímiles. Para ganar, todos necesitan socios
porque cada provincia es un mundo político en sí mismo. Alberdi ya lo sabía:
nos costó entenderlo.
Las reglas que definen cómo se
arman las coaliciones son laxas. Ofrecen a los dirigentes políticos la
posibilidad de formar múltiples tipos de acuerdo, con distintos aliados en cada
distrito y con diferentes estrategias de competencia. Como tenemos ingenio para
innovar, inventamos un tipo propio de coalición electoral: las colectoras.
La lógica es la siguiente. Una
lista colectora es, valga la redundancia, una forma de colectar votos para un
candidato (o un grupo de) que, por sí solos, no podrían hacerlo. Esto ocurre
entre distintas categorías electivas: gobernador con legisladores, presidente
con gobernador, presidente con legisladores, intendente con gobernador y/o
presidente, etc. Los apoderados partidarios son las personas clave que negocian
“los pegados”, arman la ingeniería legal, la justifican y la presentan a la
Justicia, que autoriza o rechaza. Altas dosis de charlas, llamados, cafés y
cigarrillos.
Si uno se pone detallista, la
colectora suena a un gris entre ir solos y juntarse con aliados. Es
precisamente eso.
Una coalición electoral,
formal y armada como la conocemos, implica un proceso de negociación por
candidaturas unificadas en distintas categorías, un nombre y una imagen común
que identifique a los socios, un discurso unificado y coordinado por un equipo
de campaña compartido, y cierto rumbo delineado sobre qué hacer si se gana. Hay
una articulación entre los aliados, la cual cuesta y desgasta, pero puede
rendir.
La presentación de listas
colectoras, en cambio, no obliga a conciliar una simbología común, solo tienen
que coincidir en una candidatura ejecutiva única, suele haber diferencias
explícitas respecto de las otras listas adheridas y nadie sabe qué va a pasar
si es que ganan. Hay un acople entre los aliados, lo cual tiene un costo menor,
no desgasta tanto y vaya a saber si rinde o no. Y, sobre todo, para quién
rinde: el que recibe los votos del arrastre o el que entra por la ventana.
Desde 1995 hasta la fecha ha
sido una estrategia utilizada recurrentemente por los actores políticos.
Eduardo Duhalde en 1999, Cristina Fernández de Kirchner, Elisa Carrió y Roberto
Lavagna en el 2007 han sido los que más han utilizado colectoras para la
competencia de diputados nacionales. En menor medida lo hicieron la Fernando De
La Rúa en 1999, Alberto Rodríguez Saá en 2007 y nuevamente Duhalde en 2011.
Solamente 6 de 25 coaliciones presidenciales desde la reforma de 1994 no
utilizaron esta estrategia electoral.
En las provincias son una
herramienta constante y recurrente. Tucumán es el emporio de las colectoras:
tanto en el presente como en el pasado se ha generado un sinfín de acuerdos
informales entre dirigentes locales y provinciales en múltiples categorías. Las
elecciones del año 2015 fueron claves para que Cambiemos se alzara con la
gobernación de Jujuy y resolviera los acuerdos con el Frente Renovador en el
norte del país. Incluso, este año se discutió la posibilidad de utilizar las
colectoras en la Provincia de Buenos Aires como una forma de traccionar votos tanto
en el oficialismo como en la oposición peronista. No es adrede el intento: la
elección será sin dudas muy peleada.
Hecha la regla, hecho el
pegado. Las colectoras dificultan el proceso de asignación de responsabilidades,
y complejizan la identificación de opciones claras y diferenciadas. Son un
recurso que facilita a los dirigentes políticos a consensuar cuando no hay
acuerdo. Y a sacar beneficios electorales de ello. El disenso tiene que ser
procesado en las negociaciones, en las asambleas partidarias o directamente en
las elecciones. El cuarto oscuro no tiene que resolver los problemas de
coordinación que no se resolvieron antes de la presentación de las listas.
Las colectoras son, en
definitiva, la forma en la que la naturaleza del sistema político se zafa del
corset partidario que se le quiso imponer a imagen y semejanza de lo que
nuestro sistema político no es.
Si, son un tipo de coalición electoral. Pero no el que necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario